De vez en cuando me gusta recuperar películas y escenas que contienen optimismo vital, alegría de vivir o felicidad -en suma-, para poder esbozar una sonrisa o sentir un placentero escalofrío. La calma que transmiten, las sensaciones plácidas, la jovialidad derrochada me hacen sentir mejor, me producen ese bálsamo de bienestar tan anhelado por las personas. Existen dos películas, entre muchas otras, que me causan esa especial sensación y como no pretendo ser original en la elección, mis opciones se inclinan por dos grandes clásicos del cine: Cantando bajo la lluvia (Singin' in the rain, 1952) de Stanley Donen/Gene Kelly y El hombre tranquilo (The Quiet man, 1952) de John Ford. ¡Glorioso y feliz año de 1952!
Hay quien no siente el menor aprecio por las películas musicales y sin embargo cae rendido ante el torrente de música y baile que es Cantando bajo la lluvia. Todo fluye en esta comedia musical, donde unos intérpretes en estado de gracia nos llevan de la mano por una historia que habla de los orígenes del cine sonoro. Betty Conden y Adolph Green escribieron una historia a partir de unas cuantas canciones que el responsable del departamento de musicales de la Metro, Arthur Freed, había compuesto -solo o en colaboración- para antiguos musicales y que fueron recuperadas para engarzarlas en una nueva historia. Los guionistas tuvieron la afortunada idea de aprovechar su propia experiencia y la de técnicos y actores que llevaban años trabajando en el estudio, para elaborar una historia que hablaba de cine dentro de cine, casi un documental sobre la transición del mudo al sonoro. Pero si la historia es buena, sus números musicales han convertido a esta película en la cumbre del cine musical; en ellos, hay una exaltación de la vida que nos hace sentir dichosos al verlos y escucharlos. Donald O'Connor nos embriaga con ese casi imposible número de Make' Em Laugh que le costó tres días de baja, donde es capaz de ensamblar acrobacias, piruetas, muecas, baile frenético y canción de forma apoteósica y consiguiendo lo que el estribillo pretende: ¡Haz reír! Pero es la pieza que da título a la película, la que consigue paralizarnos por momentos y entrar en ese estado de dicha que estalla al finalizar el número. La perfecta y sincronizada ejecución de baile y música, al ritmo de una pegadiza melodía entra de lleno en nuestro imaginario una vez visualizada, porque desde ese momento el número se convierte en el deseo de todos nosotros: chapotear en los charcos, hacer rodar nuestro paraguas, cantar empapado y sintiendo la lluvia fresca sobre la cara. Naturalmente, Gene Kelly supo hacer lo que nosotros no podemos, bailarlo y cantarlo con maestría y además con una felicidad exultante, en definitiva derrochar ese torrente energético que llevaba dentro y contagiar entusiasmo. Reconozco que ese tipo me cae simpático, por sus películas y por su valiente militancia izquierdista en una época tan oscura para los creadores de Hollywood.
Por otro lado se encuentra una de las comedias más vitales que conozco, una película hecha con mucho cariño por John Ford hacia la Irlanda de sus antepasados: El hombre tranquilo. Cuenta la historia de un ex-boxeador que vuelve a Innisfree, el pueblo irlandés que le vio nacer, para recuperar su pasado y sembrar su futuro, un retorno a la tradición y al descubrimiento de una serie de singulares personajes que irán marcando su futura vida. En esta película, todo es contagiosamente agradable y se siente la historia cercana porque los personajes siempre están próximos. Se respira casi un aire familiar (rodaje plagado de hermanos, hijos y esposas), una camaradería que hace que todos los actores estén soberbios, pero también una dirección maestra que hace fluir la película. John Ford estimaba esta película mucho y era un proyecto largamente deseado, por eso el resultado se percibe como un bello canto nostálgico a sus raíces, con aires de gran comedia. Y es que el humor es un ingrediente básico en este coctel, bordado por el gran Barry Fitzgerald en el papel de casamentero Michaeleen Oge Flynn y secundado por un gran plantel de los habituales actores del director. La música de Victor Young, alegre y también poblada de nostálgicas baladas irlandesas, ayuda a insuflarle más vida aún. De una película sin desperdicio, destaca la famosa escena de la pelea entre futuros cuñados, más de ocho minutos antológicos de mamporrazos con descanso tabernario incluido. Una larga secuencia que configura la mítica del pueblo, una historia digna de ser relatada de padres a hijos y engrandecida por la leyenda, porque la historia de esta película y sus momentos vitales son tan próximos que probablemente tendré que regresar a Innisfree.
¡HOMÉRICO!
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ResponderEliminar¡IMPETUOSO! Ja, ja, ja. Muy bueno lo tuyo.
ResponderEliminarCarlos, en mi "Perfil" figuran dos películas de Stanley Donen. Y llamándome Thornton ya te puedes figurar qué me parece "El hombre tranquilo". La entrada, como siempre, muy mimada. Un abrazo.
ResponderEliminarAyer, justo ayer, en la fnac compré una breve historia del cine muy visual. Tengo tanto por leer que cuando me ponía con alguna historia del cine al uso me moría de aburrimiento. No quería eso; quería una visión rápida e ilustrativa, para poder luego profundizar donde me apetezca. De cine sé poco: mis conocimientos son enormemente parciales, desordenados, nada sistemáticos. Por eso me encanta que tu, como si lo supieras, me hubieras dado ahora mismo una lección. He visto las dos pelis que dices y me llamó mucho la atención El hombre tranquilo. Creo que es el momento de volver a verla. Un abrazo.
ResponderEliminar¿Qué te puedo contar Thornton si tu ya estuviste allí? De nuevo, un gustazo compartir contigo.
ResponderEliminarRamón, para saber poco de cine tienes muy buen gusto. Yo te recomendaría volver a ver las dos, porque cada una a su manera tiene secretos guardados. La pena es que la edición en DVD de El hombre tranquilo es francamente mala.
ResponderEliminarSobre lecturas cinematográficas se publica muchísimo ahora y hay que saber donde escoger. Yo empecé con el clásico de Roman Gubern y a partir de ahí...Encuentras géneros que te gustan, directores que te atraen o temas que te apasionan y unos libros te llevan a otros. Si empiezas a tener un poco de cultura cinematográfica hay un libro que siempre me gusta recomendar porque enlaza muy bien cine y literatura, un ensayo ameno que habla sobre todos los argumentos universales y que te animará a buscar las películas tratadas. Se trata de La semilla inmortal de Jordi Balló y Xavier Pérez (también publicado en catalán). Un saludo para tí y gracias por todo.
Vitales como tú dices. La vida está llena de instantes de felicidad, algunos de mis instantes han sido en tu casa y uno de ellos fue con la película Cantando bajo la lluvia, aunque ha habido muchos más.
ResponderEliminar"Moses supposes his roses are toses...but Moses supposes erroneously..." Esa también me gusta.
No sé si viene a cuento, pero el cine (no todo claro), es una de las cosas que me gusta de América. Bueno, es el cine, cierta música que ya forma parte de nuestra banda sonora particular, es Orson Welles, Billy Wilder, Tennessee Williams, O'neil, y tantos otros; es decir, esa América nada mojigata, no como la otra.
Sé que tú también adoras el cine americano.
Las dos películas sobre las que hoy se fija tu cuidada y amena entrada me encantan.
ResponderEliminarGene Kelly en "Cantando bajo la lluvia" con su paragüas tirititero es una inyección optimismo, como bien dices.
Ah, Carlos, "El hombre tranquilo" es pura gloria, maravilla para los ojos, gozo para los oídos, esponjamiento para el alma. Ya te lo ha expresado ese hombre, el común amigo Thornton.
Anabel, no se puede negar que en eso del cine los norteamericanos se lo montan bien,también en el teatro, en los musicales, en el jazz...¡qué decir!. A mí también son los USA que me gustan. Aunque en el cine americano hay muchos immigrantes europeos, no se puede negar que ese país los hizo grandes. Seguiremos disfrutando cuando vuelvas.
ResponderEliminarIsabel, vamos a tener que formar un club del buen gusto. Me agrada que te guste todo lo que yo nombro, aunque no sea demasiado arriesgado en las propuestas. Como ya he dicho, estas dos películas no me canso de verlas porque son pura vitalidad, como los dos murcianos que os acercáis aquí habitualmente. Un abrazo.
ResponderEliminarEs fantástico encontrarse con tan buenos amigos en este entorno tan vital. Fantástica la de John Ford. Me han entrado ganas de volver a verla y a buen seguro que lo haré pronto. Pero ya que estamos entre amigos y venimos de un Club donde acaban de invitar a unas rondas, perdonaréis mi ligereza verbal si os confieso que Donen se me atraganta. A ver si lo voy superando en próximos convites.
ResponderEliminarSaludos a todos.
Pues mira que tiene cosas buenas Donen, pero bueno es cuestión de gustos. No te prives de ver pronto El hombre tranquilo, que siempre revitaliza. Un saludo para tí y gracias por pasarte.
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