Cualquiera que se haya acercado a la tormentosa vida de Tolstói, descubrirá un personaje poliédrico, incoherente, soberbio, vitalista, moralista, pero a todas luces genial. Es imposible separar sus creencias religiosas y morales de su literatura, aunque su descarada misoginia, su doctrinaria ideología o su paternalismo social nos repugnen a veces y es que a Tolstói hay que entenderlo en su conjunto. Su grandeza literaria y su atropellada vida van de la mano, porque como decía Nabokov: "Mucha gente se acerca a Tolstói con sentimientos encontrados. Estima al artista que hay en él y les aburre terriblemente el predicador, pero ocurre que es bastante difícil separar al Tolstói predicador del Tolstói artista: es la misma voz lenta y profunda, es el mismo hombro robusto el que levanta una nube de visiones o un fardo de ideas".
Rosa Montero escribió una pequeña semblanza de la vida sentimental de Tolstói en Pasiones que nos da una idea del camaleónico personaje. Y como la literatura también se alimenta de pequeñas anécdotas que hacen referencia a nuestros más queridos escritores, no puedo dejar de referirme a una historia que nos muestra al Tolstói extremo; se trata de la famosa historia del duelo no consumado con otro de los grandes genios de la literatura rusa: Turguénev. Tolstói, que nunca mantuvo buenas relaciones con sus colegas, tuvo una sentida riña sobre la conveniencia o no de la occidentalización de Rusia que acabó en un reto a escopeta, lo cual provocó que Turguénev se disculpara. Pero al escuchar que Tolstói lo tachaba de cobarde fue él entonces quien lo retó proponiendo el duelo para cuando volviera de un viaje al extranjero. Durante diecisiete años no se hablaron y fueron aplazando el desmesurado duelo hasta su reconciliación final, debida a que Tolstói tuvo que recurrir a su antiguo camarada, al verse sin blanca por motivos del juego. La historia tan desmedida nos recuerda al relato de El duelo de Joseph Conrad, aunque siempre evitando las armas.
Pero por encima de todo está la obra, que ha situado a Tolstói en la cumbre de los grandes narradores y, como yo pretendo hacer justicia a la creación en sí, me rindo ante el autor de obra tan magna. Próximo al Tolstói colosal existe un hacedor de portentosas miniaturas: La muerte de Iván Illich, El padre Sergio, El diablo o Hadzhi Murat y por supuesto de sus breves relatos escritos a modo de fábulas y leyendas, recogidas en Libros rusos de lectura y Nuevo abecedario, que nos muestran a un Tolstói pedagogo que intenta transmitir el amor a la naturaleza y el respeto a la vida.
De la segunda época de Tolstói como escritor después de su crisis existencial, existe un pequeño relato alegórico que nos habla de la ambición humana titulado Cuanta tierra necesita un hombre. Esta pequeña joya nos narra la historia de un campesino que, llevado por el anhelo de poseer cada vez más tierra, encuentra al final lo que realmente necesita. El relato nos va introduciendo poco a poco en el retrato de un hombre ambicioso que se topará con un personaje diabólico, elemento maravilloso de la historia y que desembocará en el soberbio final del codicioso campesino corriendo en pos de su empeño.
Merece la pena descubrir las miniaturas de este gran orfebre de la literatura.
Pero por encima de todo está la obra, que ha situado a Tolstói en la cumbre de los grandes narradores y, como yo pretendo hacer justicia a la creación en sí, me rindo ante el autor de obra tan magna. Próximo al Tolstói colosal existe un hacedor de portentosas miniaturas: La muerte de Iván Illich, El padre Sergio, El diablo o Hadzhi Murat y por supuesto de sus breves relatos escritos a modo de fábulas y leyendas, recogidas en Libros rusos de lectura y Nuevo abecedario, que nos muestran a un Tolstói pedagogo que intenta transmitir el amor a la naturaleza y el respeto a la vida.
De la segunda época de Tolstói como escritor después de su crisis existencial, existe un pequeño relato alegórico que nos habla de la ambición humana titulado Cuanta tierra necesita un hombre. Esta pequeña joya nos narra la historia de un campesino que, llevado por el anhelo de poseer cada vez más tierra, encuentra al final lo que realmente necesita. El relato nos va introduciendo poco a poco en el retrato de un hombre ambicioso que se topará con un personaje diabólico, elemento maravilloso de la historia y que desembocará en el soberbio final del codicioso campesino corriendo en pos de su empeño.
Merece la pena descubrir las miniaturas de este gran orfebre de la literatura.
Por eso entro, porque tus clases son amenas y efectivas. Un gran abrazo.
ResponderEliminarDe acuerdo en todo, Carlos. No puedo replicar.
ResponderEliminarA este hombre le pasaba lo que a otros: escribía muy bien, pero, personalmante, dejaba que desear. Cuando hablo de otros pienso en Ezra Pound y, sobre todo, en Thomas Stearns Eliot, un poeta al que admiro que me subyuga con su verbo y no con su vida.
Un abrazo y gracias por esa visión tan certera.
Gracias Ramón, pero sólo un simple aficionado compartiendo sus gustos con gente que ama las buenas artes.Sé que no aporto nada nuevo, pero lo expreso a mi manera y, sobre todo, reivindico lo que más aprecio. El blog intenta ser una mirada positiva hacia las grandes creaciones, porque son las que me motivan a escribir¡y son tantas! En fin, es una elección como la vuestra y complementaria. Agradecido por tu fidelidad y tus siempre generosas palabras.
ResponderEliminarIsabel, intuía que compartirías mis palabras porque de tus escritos y comentarios se desprende un amor sereno por la buena literatura y especialmente por las buenas acciones. Tolstói (no conozco las vidas de los que citas)demostró alejarse muchas veces de esa vida sociable y de hecho sus numerosos retratos nos muestran una persona de carácter duro y poco agradable y a la que difícilmente te acercarías. Aunque no podemos ser tan mezquinos y hemos de reconocer que también tuvo buenas intenciones y preocupaciones con los campesinos. Un abrazo también para tí
ResponderEliminarOtro de los grandes. Aparte de sus obras gruesas, he leido su teatro, no conozco el relato que citas pero lo buscaré.
ResponderEliminarDe su vida conozco lo contado por su biógrafo Stenfan Zweig, y por la saga de los Andresco en su excelente prólogo biográfico para Aguilar. Sí era un hombre poliédrico, como dices, capaz de odiar a Shakespeare y a Beethoven. Estupenda entrada, como las anteriores. Un saludo.
Apuesta segura ¿verdad? Pues su teatro lo desconozco enteramente. Gracias a tí por leerme.
ResponderEliminarExcelente entrada, Carlos, leí el cuento hace uno o dos años y me pareció genial. Voy a hacerme el propósito de continuar con sus relatos.
ResponderEliminarUn saludo
Pues es un buen propósito para comenzar el año. Gracias por las palabras de tan exquisita comentarista.
ResponderEliminarMe ha encantado tu aproximación al viejo Tolstoi, aunque me gustaría añadir un aspecto de su vida que creo se te ha olvidado comentar. Durante años me ha perseguido la imagen,imagino que creada por mí, de un viejo con las ropas raídas y sin zapatos, de ese Tolstoi que al final de su vida se fugó de su casa en busca de nada.
ResponderEliminar"Me aflije la mentira de la vida", y así Tolstoi murió en una estación de tren cualquiera.
Ya has comentado lo complicada y enrevesada que fue su vida, así que hasta este último acto quizás forme parte de una de sus tretas, o se pueda desmontar como lo hizo Nabokov en un artículo dedicado a sus últimos días, donde lo compara con Matbech. Pero lo que no se puede negar es que nuestro conde murió desvalido como un indigente más por propia voluntad.
Probablemente fruto de su crisis, Tolstói decidió que toda su exitosa vida anterior no tenía sentido y sus problemas familiares (tan bien relatados en la obra de Rosa Montero)le ayudaron a escoger esa forma de vida. Como dices, una especie de indigente por voluntad propia. Gracias por tus siempre interesantes aportaciones.
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