El estreno en cine de Mi vecino Totoro (1988) y la edición en DVD de Ponyo en el acantilado de Hayao Miyazaki son una magnífica excusa para hablar de las dos obras más personales de este autor que está demostrando, película tras película, una inagotable genialidad temática y narrativa.
Mi encuentro con Miyazaki fue casual, cuando en la búsqueda de películas de animación para niños, oí hablar de El viaje de Chihiro. El descubrimiento de esta obra de arte me hizo ver que la animación no es sólo paraíso de la infancia, que hay cine con mayúsculas en muchas obras de dibujos (y no me refiero solamente a la perfección técnica del dibujo digital). No me extenderé ahora hablando de esas otras obras de Miyazaki, como la citada o El castillo en el cielo, El castillo ambulante, Porco Rosso, La princesa Mononoke y Nausicaa, aunque sí las recomiendo fervientemente.
Si semanas atrás citaba Matar un ruiseñor y La noche del cazador como dos de las mejores aproximaciones a la infancia, creo que es justo nombrar estas dos películas de Miyazaki como el complemento ideal en versión animada. Además, él mismo ha comentado que parten de experiencias propias: por un lado su madre estuvo postrada por una grave infección durante más de ocho años, al igual que la madre de Satsuki y Mei en Mi vecino Totoro; por otro, el enfrentamiento público que tuvo con su hijo Goro, que le recriminaba haber sido un padre ausente durante su infancia, por lo que a manera de disculpa Miyazaki creó la película de Ponyo en el acantilado, donde la situación de Sosuke es tan cercana a su propia historia familiar.
Estos datos biográficos no me parecen baladíes, porque demuestran el cariño puesto en estas dos películas. Pienso que ojalá hubiéramos crecido nosotros con historias tan bien contadas como éstas, donde la magia del mundo infantil, el amor a los pequeños detalles y a las personas cercanas está tan bien retratado.
Mi vecino Totoro, de la cual escuche decir a un alto directivo de Disney que era la mejor película infantil que había visto, aparece como una versión de Alicia en el país de las maravillas en la que dos hermanas entran en un mundo fantástico al traspasar la puerta de entrada de ese jardín maravilloso. Allí descubrirán a Totoro, ese ser generoso y protector -emblema del estudio Ghibli desde entonces- y a otros pequeños seres mágicos e incluso a una representación del gato de Alicia, el misterioso gatobús -genial creación de ensueño que maravilla a cualquier niño-. La tierna relación de las dos hermanas, la creación de un universo infantil fantástico y tenebroso a la vez o la delicadeza con la que trata el tema de la enfermedad de la madre, hacen que esta película sea irrepetible. Yo, desde luego, animo a que la vean todos los niños que entran en casa, como el pequeño tesoro que es.
Ponyo en el acantilado tiene como base La sirenita de Andersen, pero se desmarca para ir jugando con habilidad entre la fantasía y la realidad, mezclando ambos mundos. La percibo, sobre todo, como una historia de amor entre dos niños pequeños a los que Miyazaki trata con mucho cariño, un niño y una niña que se sorprenden y maravillan -uno por las cosas fantásticas que ve, la otra por la sencillez de las pequeñas cosas que descubre en la vida terrena-. Creo que no es fácil ponerse en la piel de dos pequeños niños de cinco años que están descubriendo el mundo y descubriéndose mutuamente, pero Miyazaki demuestra sabiduría donde otros cometieron torpezas. Los personajes que rodean a estos dos niños también rebosan ternura, la vejez y la infancia sutilmente van de la mano: la residencia de ancianas está junto a la guardería y así el niño protagonista convive y se relaciona con ellas; más adelante éstas vuelven a caminar y a jugar en un fantástico mundo submarino, porque han permanecido en contacto con la infancia.
Ambas obras van acompañadas del extraordinario trabajo de su habitual compositor, Joe Hisaishi. Canciones pegadizas e infantiles junto a momentos mucho más sinfónicos, como aquel de Ponyo en que se emula al celebérrimo fragmento de La cavalgata de las valquirias -no olvidemos que Ponyo en el mundo acuático se llama Brunilda y que, como ella, busca el amor de su particular Sigfrido, en este caso de Sosuke-.
Si dejamos de una vez los prejuicios hacia el cine de animación como cine exclusivo de niños, descubriremos que Hayao Miyazaki es uno de los últimos grandes creadores de la historia del cine.
Si semanas atrás citaba Matar un ruiseñor y La noche del cazador como dos de las mejores aproximaciones a la infancia, creo que es justo nombrar estas dos películas de Miyazaki como el complemento ideal en versión animada. Además, él mismo ha comentado que parten de experiencias propias: por un lado su madre estuvo postrada por una grave infección durante más de ocho años, al igual que la madre de Satsuki y Mei en Mi vecino Totoro; por otro, el enfrentamiento público que tuvo con su hijo Goro, que le recriminaba haber sido un padre ausente durante su infancia, por lo que a manera de disculpa Miyazaki creó la película de Ponyo en el acantilado, donde la situación de Sosuke es tan cercana a su propia historia familiar.
Estos datos biográficos no me parecen baladíes, porque demuestran el cariño puesto en estas dos películas. Pienso que ojalá hubiéramos crecido nosotros con historias tan bien contadas como éstas, donde la magia del mundo infantil, el amor a los pequeños detalles y a las personas cercanas está tan bien retratado.
Mi vecino Totoro, de la cual escuche decir a un alto directivo de Disney que era la mejor película infantil que había visto, aparece como una versión de Alicia en el país de las maravillas en la que dos hermanas entran en un mundo fantástico al traspasar la puerta de entrada de ese jardín maravilloso. Allí descubrirán a Totoro, ese ser generoso y protector -emblema del estudio Ghibli desde entonces- y a otros pequeños seres mágicos e incluso a una representación del gato de Alicia, el misterioso gatobús -genial creación de ensueño que maravilla a cualquier niño-. La tierna relación de las dos hermanas, la creación de un universo infantil fantástico y tenebroso a la vez o la delicadeza con la que trata el tema de la enfermedad de la madre, hacen que esta película sea irrepetible. Yo, desde luego, animo a que la vean todos los niños que entran en casa, como el pequeño tesoro que es.
Ponyo en el acantilado tiene como base La sirenita de Andersen, pero se desmarca para ir jugando con habilidad entre la fantasía y la realidad, mezclando ambos mundos. La percibo, sobre todo, como una historia de amor entre dos niños pequeños a los que Miyazaki trata con mucho cariño, un niño y una niña que se sorprenden y maravillan -uno por las cosas fantásticas que ve, la otra por la sencillez de las pequeñas cosas que descubre en la vida terrena-. Creo que no es fácil ponerse en la piel de dos pequeños niños de cinco años que están descubriendo el mundo y descubriéndose mutuamente, pero Miyazaki demuestra sabiduría donde otros cometieron torpezas. Los personajes que rodean a estos dos niños también rebosan ternura, la vejez y la infancia sutilmente van de la mano: la residencia de ancianas está junto a la guardería y así el niño protagonista convive y se relaciona con ellas; más adelante éstas vuelven a caminar y a jugar en un fantástico mundo submarino, porque han permanecido en contacto con la infancia.
Ambas obras van acompañadas del extraordinario trabajo de su habitual compositor, Joe Hisaishi. Canciones pegadizas e infantiles junto a momentos mucho más sinfónicos, como aquel de Ponyo en que se emula al celebérrimo fragmento de La cavalgata de las valquirias -no olvidemos que Ponyo en el mundo acuático se llama Brunilda y que, como ella, busca el amor de su particular Sigfrido, en este caso de Sosuke-.
Si dejamos de una vez los prejuicios hacia el cine de animación como cine exclusivo de niños, descubriremos que Hayao Miyazaki es uno de los últimos grandes creadores de la historia del cine.
Dulce virtud la tuya de conservar ese rescoldo de espíritu infantil que tantos dejaron olvidado.
ResponderEliminarTe agradezco que hayas hablado de Miyazaki, con el que creo que compartes una sutil sensibilidad.
Hola, Carlos, también descubrí a Miyazaki gracias a El viaje de Chihiro, la cual me dejó una huella indeleble: los rasgos mitológicos que la envuelven mediante una animación llena de magia son geniales.
ResponderEliminarEl resto ha sido un sin parar, he visto todas las películas que mencionas. :)
¡Un saludo!!
Me alegro que también compartas el gusto cinematográfico por Miyazaki, que mucha gente no valora por ser películas animadas manga. Veo que te ha pasado como a mí, una vez descubierto no has podido dejar de ver toda su impresionante obra. Un abrazo para tí.
ResponderEliminarYo, El viaje de Chihiro, la situaría entre las mejores películas que he visto nunca. Recuerdo que cuando salimos del cine (mi hijo, mi mujer y yo), la fascinación estaba dibujada en nuestro rostro, pero sobre todo estaba presente en el brillo de los ojos, tanta belleza había entrado por ellos. Fuimos a verla porque ya conocíamos Mi vecino Totoro. Película ésta que mi hijo tuvo ocasión de ver acaso unas 4000 veces. Nunca se cansaba de esa historia, y por mucho que insistiéramos para que cambiara y viese otra, era inevitable no sentarse con él y ver siquiera un fragmento juntos. Las recomiendo, pues, fervientemente. Creo que Miyazaki y Pixar han logrado insuflar nuevo aire al cine con mayúsculas.
ResponderEliminarJuan Manuel veo que también caíste rendido ante el influjo de Miyazaki. Sus películas no se agotan y siempre que se ven en mi casa acaban atrayéndome una y otra vez. Me parece sorprendente que sea tan desconocido para muchos niños y padres y por eso presenté a este autor y pasamos una de sus películas y fragmentos variados en la escuela de mis hijos (nadie lo conocía). La gente se asusta al ver que son dibujos japoneses porque hay mucha ignorancia sobre estos y por supuesto nadie concibe que una película de dibujos pueda ser una obra maestra, a la altura de cualquier película real(algo que sí supieron ver en el festival de Berlín otorgándole el oso de oro a Chihiro).
ResponderEliminarComo tu hijo, cualquier niño que haya disfrutado estas obras en la infancia tendrá un recuerdo imborrable.
Si no las has visto ya te recomiendo El castillo ambulante y El castillo en el cielo, mágicas también. Un saludo.
Estimado Carlos, como lo prometido es deuda ahí va mi comentario de este genio,Miyazaki, que ha logrado con sus películas,como dices, superable a tantas y tantas otras donde salen niños donde salen mayores. Para mí, Totoro, es todo un clásico ya no sólo del cine, sino del arte. Ahí está cerca del ALicia, la colina de los sauces, la isla del tesoro, todas esas maravillas. Lo malo es que el hombre no es estadounidense ni apenas europeo, y aunque tenga por ahí sus premios ¡ por fin ! no se le tiene en el altar. Si hubiera nacido bajo el signo del ratón Micky otro gallo le cantaría.
ResponderEliminarTotoro es una perfección por cualquier lado que se la vea. Podrá tener, las demás películas mayor virtuosismo, pero la fuerza, la magia, la sencillez genial, el desarrollo argumental, todo, eso es Totoro.
Sólo apuntar que también está por ahí, Nicky, aprendiz de bruja, que junto a Totoro, PorcoRoso,y Ponyo se desarrolla en el mundo conocido. Y para los más complementista, una de las primeras series que hizo y donde se ve muchos de sus elementos, uno de ellos esa obsesión por volar, (por cierto, Totoro lo hace con una simple peonza) es Conan, el niño del futuro. También me la he visto con mi hija, entera.
Perdona, Carlos, por la extensión del comentario pero con Totoro estaría hablando, largo y largo, horas y horas.
Dicen que Miyazaki anda metido ahora en un proyecto, son rumores, sobre la vida de un diseñador de aviones en la segunda guerra mundial.
Un saludo, Raúl.
Suscribo tus palabras Raúl, pues desde que descubrí a Miyazaki me he mantenido fiel y a la espera de todas sus novedades. Creo que tiene una de las filmografías más coherentes que conozco, aunque es verdad que Totoro tiene algo muy especial. Es una película que todos los niños deberían ver y ojalá la hubiera disfruado yo de niño. Por suerte los míos, aprecian tanto a Miyazaki como yo y siempre que puedo cualquier niño que pasa por casa ve una película de este genio.
ResponderEliminarTus palabras son siempre bienvenidas por aquí. Estoy seguro de que volveré a hablar de Miyazaki en un futuro.
Un saludo.