Se cumplen cincuenta años del inicio de una serie de culto en la televisión que, gracias a sus reposiciones, ha ido aumentando el número de fieles seguidores que ven en ella un hito del género fantástico.
Hablar de la Dimensión desconocida (nombre con la que fue conocida en nuestro país) es sobre todo hablar de su creador, Rod Serling, un personaje esencial en la historia de la televisión, que fue capaz de sacar adelante un proyecto en el que se implicó enteramente. Serling, nacido en 1924, fue un niño muy imaginativo que creció leyendo historias de revistas pulp como Amazing Stories, Astounding Stories o Weir Tales -auténtico vivero de escritores de terror, fantasía y ciencia ficción-. Después del trauma que supuso para él La II Guerra Mundial y de su paso fugaz por el boxeo, Serling comenzó a trabajar en la escritura de guiones para la televisión. Tras ganar algunos prestigiosos premios por sus guiones, comenzó a plantearse ser el creador de su propia serie, pues comenzaba a estar harto de ver como las empresas anunciadoras imponían sus criterios en las historias. A este respecto hay una significativa anécdota que fue la gota que colmó el vaso: Unos minutos antes de empezar la emisión de una obra que versaba sobre el holocausto judío, Serling fue llamado urgentemente por el productor que le mandó cambiar una escena en que unos judíos pasaban por la cámara de gas. Ante la negativa de Serling, el productor tuvo que convencerle con la argumentación de que el patrocinador del programa (una empresa de gas) tenía intención de retirar la financiación, con lo cual el espacio quedaba eliminado y el guionista se iba a la calle. La publicidad fue causa directa para que Serling enfocara sus esfuerzos en diferente dirección.
Rod Serling convenció a la cadena CBS de su proyecto, pero con la condición de poder tener el control absoluto a nivel artístico. Éste fue, probablemente, el santo y seña de la serie porque la implicación de Serling en sus primeros años fue total. Él creó la mayoría de guiones, prestó su figura y su voz para las presentaciones y epílogos de cada capítulo, conjuntó a una serie de profesionales de gran calidad que aumentaron el prestigio de la serie -músicos como Bernard Herrmann, guionistas como Richard Matheson o Charles Beaumont y un abrumador plantel de excelentes directores y actores-; pero, sobre todo, concibió una serie que, a través de la fantasía y la ciencia-ficción, creaba alegorías sobre la realidad. En una entrevista llegó a afirmar "las cosas que no pueden ser dichas por un republicano o un demócrata, pueden ser dichas por un marciano".
Sus historias son como pequeños cuentos maravillosos o de terror, con moraleja y sorprendentes finales -recordemos que uno de los finales más inolvidables del cine, el de El planeta de los simios, fue una idea de Serling, que provocó la admiración del creador de la novela-. Lo que más me atrae de estas historias es que se mueven en escenarios reales casi siempre, con personajes creíbles, donde un elemento entra en juego y distorsiona la situación, como en la mejor tradición del fantástico. Esto hace que las historias sean próximas y que el telespectador se implique totalmente, especialmente en la época en que fue concebida. Hoy en día, nuestro bagaje hace que nos podamos anticipar a sus finales -pues han sido imitados hasta la saciedad-, que sus efectos especiales nos parezcan ridículos -debidos a la constante lucha de Serling con un presupuesto limitado-, pero todo se debe situar en su contexto. Las historias son desiguales, ya que es difícil mantener un buen nivel durante 156 episodios y además Serling dejó de implicarse con tanta devoción en sus últimas temporadas, pero siempre quedan un buen puñado de grandes historias que hacen que sea una serie irrepetible -aunque hayan surgido dos series y una película a su amparo con su mismo nombre y otras con un formato muy similar-. Y vuelvo a remarcar que esta serie es diferente porque fue ideada y creada por una persona que creyó y llevó el proyecto hasta el final.
Para los aficionados a la lectura, existen unas cuantas historias de Richard Matheson que sirvieron para la serie y que han sido publicadas en algunas colecciones de sus cuentos y también una recopilación de algunos de los mejores relatos de Serling para la serie que fueron publicados por Celeste en dos volúmenes. Buenos complementos para redondear este sentido homenaje.
Rod Serling convenció a la cadena CBS de su proyecto, pero con la condición de poder tener el control absoluto a nivel artístico. Éste fue, probablemente, el santo y seña de la serie porque la implicación de Serling en sus primeros años fue total. Él creó la mayoría de guiones, prestó su figura y su voz para las presentaciones y epílogos de cada capítulo, conjuntó a una serie de profesionales de gran calidad que aumentaron el prestigio de la serie -músicos como Bernard Herrmann, guionistas como Richard Matheson o Charles Beaumont y un abrumador plantel de excelentes directores y actores-; pero, sobre todo, concibió una serie que, a través de la fantasía y la ciencia-ficción, creaba alegorías sobre la realidad. En una entrevista llegó a afirmar "las cosas que no pueden ser dichas por un republicano o un demócrata, pueden ser dichas por un marciano".
Sus historias son como pequeños cuentos maravillosos o de terror, con moraleja y sorprendentes finales -recordemos que uno de los finales más inolvidables del cine, el de El planeta de los simios, fue una idea de Serling, que provocó la admiración del creador de la novela-. Lo que más me atrae de estas historias es que se mueven en escenarios reales casi siempre, con personajes creíbles, donde un elemento entra en juego y distorsiona la situación, como en la mejor tradición del fantástico. Esto hace que las historias sean próximas y que el telespectador se implique totalmente, especialmente en la época en que fue concebida. Hoy en día, nuestro bagaje hace que nos podamos anticipar a sus finales -pues han sido imitados hasta la saciedad-, que sus efectos especiales nos parezcan ridículos -debidos a la constante lucha de Serling con un presupuesto limitado-, pero todo se debe situar en su contexto. Las historias son desiguales, ya que es difícil mantener un buen nivel durante 156 episodios y además Serling dejó de implicarse con tanta devoción en sus últimas temporadas, pero siempre quedan un buen puñado de grandes historias que hacen que sea una serie irrepetible -aunque hayan surgido dos series y una película a su amparo con su mismo nombre y otras con un formato muy similar-. Y vuelvo a remarcar que esta serie es diferente porque fue ideada y creada por una persona que creyó y llevó el proyecto hasta el final.
Para los aficionados a la lectura, existen unas cuantas historias de Richard Matheson que sirvieron para la serie y que han sido publicadas en algunas colecciones de sus cuentos y también una recopilación de algunos de los mejores relatos de Serling para la serie que fueron publicados por Celeste en dos volúmenes. Buenos complementos para redondear este sentido homenaje.
Amigo mío, que grata sorpresa. Enhorabuena! Dignificas la red. Un abrazo.
ResponderEliminarPaco
Gracias por tus animosas palabras Paco.Un fuerte abrazo también para tí.
ResponderEliminarAyer estuvimos viendo algunos capítulos de The twilight zone, así que hoy he vuelto a recuperar este artículo tuyo. No creas, lo hago siempre, leo un cuento, veo una película y vuelvo a tus artículos. Qué maravilla tener esta pequeña biblioteca en el medio de la red con esas entradas tan cuidadas.
ResponderEliminarPrecisamente el otro día le estaba reprochando a Sofía que parecía que sólo se interesaba por las series estas de Disney chanel y derivados, qué tarea tan titánica la nuestra! De todas formas le encantó THe twilight zone.
Me alegra que hayáis revisado la serie. Ya avisé que es irregular, pero mantiene ese sabor añejo de las cosas realizadas con cariño de algo en lo que se cree. Para mí ha supuesto un referente a la hora de entrar en el camino de la fantasía, en el que tan a gusto me siento.
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