martes, 26 de junio de 2012

Un cajón de cuentos (XXII): La cámara sangrienta de Angela Carter




Las colecciones de cuentos populares recopiladas por autores como Perrault, Andersen, los Grimm o Afanásiev constituyen un trasfondo amplísimo de nuestro acervo cultural y por ello son revisadas, reinterpretadas e incluso analizadas con cierta periodicidad. Y, de entre las primeras recopilaciones, es la de Charles Perrault una de las más brillantes y recordadas, pues allí se recogen con gran fortuna por primera vez historias como Caperucita roja, La bella durmiente del bosque, El gato con botas, Cenicienta o Pulgarcito. Cuentos de antaño, los titula Perrault porque ciertamente su pasado lejano se remonta al inicio de la pura invención literaria, “narrados por adultos para placer y edificación de jóvenes y viejos; hablaban del destino del hombre, de las pruebas y tribulaciones que había que afrontar, de sus miedos y esperanzas, de sus relaciones con el prójimo y con lo sobrenatural, y todo ello bajo una forma que a todos les permitía escuchar el cuento con delectación y al mismo tiempo reflexionar acerca de su profundo significado”, nos explica el estudioso Bruno Bettelheim. Y es que el relato maravilloso de tradición popular se nutre de las fuentes míticas y rituales que son producto de un profundo vestigio cultural y que cumplen una función civilizadora a través de su simbolismo.
En casi todas las historias recogidas por Perrault se pueden detectar las fuentes escritas de las que parten y que el autor supo reelaborar de forma magistral para ofrecer un compendio de vicios y virtudes. La vigencia de estas historias, tras más de trescientos años, demuestra la calidad de las mismas. Sin embargo, curiosamente en la historia de Barba azul no se ha encontrado ninguna narración que sirva de pauta, aunque la tradición sobre la curiosidad femenina tiene un recorrido largo desde la manzana de Eva o la caja de Pandora; sería por tanto un cuento de raíz tradicional pero con elementos mucho más modernos.
Y sobre la base de los Cuentos de antaño recogidos por Perrault o La bella y la bestia de Madame Leprince de Beaumont, Angela Carter hizo una relectura en su imprescindible colección de relatos titulada La cámara sangrienta. Al reescribir estos cuentos, Angela Carter pretendió desmontar los mitos que soportan el concepto de la función femenina en nuestra sociedad y así cuestionar lo cotidianamente aceptado por la tradición cultural. Carter, a diferencia de lo que propone Bettelheim en Psicoanálisis de los cuentos de hadas, piensa que estas historias lo único que hacen es reforzar las premisas del poder masculino y la victimización femenina, o sea que reproducen los esquemas patriarcales simbólicamente. Así, en su libro de cuentos recrea en La dama de la casa del amor una bella durmiente vampira nada sumisa en un trasfondo de sociedad decadente frente a la modernidad. En El señor León enamorado y La prometida del tigre reescribe con singular belleza la historia de la bella y la bestia, pero remarcando una crítica hacia la figura del padre. Licantropía y En compañía de lobos  –de la cual Neil Jordan realizó una sugerente versión con guión de la misma Carter– se convierte en la revisión subversiva de Caperucita, personaje que asume aquí un rol de mujer fuerte y segura. La brillantez de Micifuz con botas reside en el papel que asume el gato para acercar a dos enamorados nada recatados, convirtiendo la historia en un trasunto de la de Calisto y Melibea.
Pero, sin duda, la mejor pieza es para mí La cámara sangrienta ya que reelabora el texto de Barba azul desde una óptica feminista. En ella plantea la autora, con exquisito detallismo, la antigua historia sobre el deseo de conocimiento de la mujer que es ofrecido y prohibido a la vez, para así poder castigar la tentación justificadamente. En el cuento de Carter existe además una diferencia notable en su resolución, conteniendo asimismo una crítica explícita poco habitual en este tipo de cuentos tradicionales. El personaje femenino tiene un coraje poco común para aceptar las consecuencias de su curiosidad y además recibe la inesperada ayuda de una madre descrita como una aventurera capaz de encarar  a un grupo de piratas chinos e incluso matar a un tigre en sus días de juventud.
La cámara sangrienta está repleta de detalles exquisitos que puntúan la sinfonía cruel hacia la que se encamina la historia. La barba azul y larga –que ya anticipa el relato de Perrault- es un símbolo de masculinidad e incluso bestialidad animal que remarca la autora. Los libros que la protagonista mira con desdén en la biblioteca, así como las pinturas que recubren las paredes del castillo son una advertencia de lo que allí se oculta. El regalo de bodas lo constituye “una ancha gargantilla de rubíes tan ceñida que me mordía la piel y, como una infinitamente preciosa rajadura, parecía seccionarme la garganta” y un anillo de ópalo que había pertenecido a Catalina de Médici –más que posible inductora de la matanza de la noche de San Bartolomé-. Y por último ese manojo de llaves que incluye aquella que abre la estancia secreta, la cámara de los horrores, que el marido ofrece y prohíbe para justificación de su crueldad. El estigma de la llave ensangrentada grabado en la frente parece señalar a la culpable que dignamente se encamina al cadalso. Pero Angela Carter toma su justa venganza.
La escritura de Angela Carter es muy elaborada y recargada en ocasiones, casi barroca. Se toma sus momentos para la descripción, jugando bellamente con el lenguaje. Las palabras sugieren permanentemente y la autora demuestra un vocabulario rico y es que, si se puede hablar de exquisitez literaria en fondo y forma, este es uno de esos libros.

11 comentarios:

  1. No conozco a Angela Carter, pero ese descuido va a durar poco tiempo después de haber leído tu comentario de hoy sobre “La cámara sangrienta”. El argumento de un barba azul desde una óptica feminista y demás elementos que destacas en tu comentario han llamado “poderosamente” mi atención. Si a ese “tema” como tu Carlos comentas, se une una escritura exquisita y barroca controladas, que opino le encaja perfectamente, estoy seguro que voy a disfrutar con su lectura.

    Creo que hay una cierta tosquedad hoy en mucha de la narrativa que se publica. Una cierta ligereza; quizá sean los temas. No sé. Echo de menos el amor y el trabajo por la palabra que traduzca y me haga sentir en la lectura lo que de hechizado hay en toda cosa que se mira con atención.

    Gracias por el descubrimiento, y un abrazo veraniego, Carlos.

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    1. Nicolás, para mí Angela Carter ha sido un feliz descubrimiento y espero poder continuar con ella. Una de las cosas, a la que hago referencia, que más me ha llamado la atención es su exquisitez en el lenguaje y por ello te la recomiendo vivamente (imagino que en inglés será una delicia).
      El único inconveniente es que sus obras en castellano se encuentran descatologadísimas en Minotauro (una pena).
      Un abrazo y feliz lectura.

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  2. Mi admiración por Ángela Carter es difícil de transmitir a través de un comentario breve, pero voy a intentarlo. Desde que la descubrí (por este libro que mencionas precisamente) me quedé prendado de su estilo. Como bien dices es un estilo denso y barroco, a veces lento y en ocasiones hasta trabajoso. Leerla en inglés es a veces una tarea algo difícil, pero siempre recompensa. La versión de los cuentos tradicionales tamizada por Carter suele ser casi siempre emocionante, hermosa y suele llevar a la reflexión de manera casi imperceptible. Los que la califican de "feminista" no llegan (creo yo) a entender en su totalidad la obra. Otros escritores que han "reinterpretado" los cuentos (Acabo de leer a Coover) no se le acercan ni de lejos. Y por cierto, sus novelas son igualmente estupendas, "La juguetería mágica" es un gustazo.

    Saludos.

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    1. Oscar, leí tu comentario tan positivo sobre esta obra y eso me motivó aún más en su lectura. Lo cierto es que ha sido un gran descubrimiento que no me pienso perder (si encuentro los títulos, porque mi nivel de inglés no da para tanto). Este volumen es una auténtica delicia que reinventa unos cuentos tan conocidos. Asimismo, me sirvió para leer los originales de Perrault en una magnífica edición con grabados de Doré.
      Un placer aprender de tus gustos.

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  3. ¡Vaya! Pues si no fuera que la recomendación viene de ti... Porque yo soy más de Bruno Bettelheim... Pero tomo nota, maestro. Abrazos largos!

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    1. Bueno Ana, el texto de Bettelheim sigue siendo una referencia casi insuperable, pero me gustan los "peros" que le pone Angela Carter que no son feministas, sino visiones críticas de una tradición enquistada que pesa más de lo debido.
      Un abrazo.

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  4. Al igual que Óscar, yo también conocí a Carter a partir de este libro. Como muy bien dices, es de lectura difícil, que puede llegar a hacerse pesada. Uno acaba el libro y tiene ganas de enjugarse el sudor. Y sin embargo, las historias, las imágenes y el lenguaje permanecen en la memoria del lector, y ... Qué ganas me has dado de releerla.
    Un abrazo.

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  5. Vaya, pues parece que todos nos hemos introducido por su obra más reconocible. Supongo que es de esas novelas donde el esfuerzo recompensa con creces (ahora me estoy enfrentando a otra con un parecido y cuidado estilo, pero con 500 páginas más y no veas el esfuerzo lector). Me han dado muchas ganas de conocer algo más de la Carter, aunque como he dicho su editorial es Minotauro y bien se sabe que desde que pasó a manos de Planeta van sin rumbo.
    Un abrazo.

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  6. Me gustan la miradas críticas a tradiciones enquistadas.
    Echaré un vistazo.

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  7. En versión inglesa porque las traducciones de las obras de Carter estan descatalogadísimas. Una pena porque es una autora muy interesante.

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    Sarah Underwood

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