Guardo en la memoria las imágenes de esos antiguos álbumes de cromos que resaltaban en sus páginas algunas hazañas históricas o ciertos momentos cumbre de la creación y la invención humana. Eran retratos de instantes pasajeros que la historia nos había dejado, postales que sabían captar la imagen fugaz de algún acontecimiento. Todos hemos crecido aprendiendo ciertos relatos históricos y reteniendo algunos personajes que nos han maravillado con sus proezas; muchas de las veces han sido instantáneas heroicas, pero otras tantas se nos han cruzado anónimos personajes y detalles aparentemente insignificantes que han quedado fijados en nuestro recuerdo.
Y es que la historia es una disciplina que nutre constantemente a las artes. Tantos personajes y hechos históricos han servido de sustrato literario que es corriente sentir hermanadas literatura e historia y es por ello que esta última nos atrae, como base de las ficciones que intentamos comprender desde todos los ángulos posibles. Pero a veces es la historia quien necesita de la literatura para mostrarse como un relato que nos acerque los acontecimientos. Cuando los hechos reales saben conjugarse con un modelo narrativo y la historia y el relato encuentran un punto común, la emoción de lo narrado puede convertirse en puro deleite. A Stefan Zweig le debemos uno de los libros más memorables que se han escrito a caballo entre la historia y la ficción narrativa, los Momentos estelares de la humanidad, catorce pequeños instantes elegidos por el autor, donde el genio de un momento ha producido un acontecimiento relevante de la historia.
Las catorce miniaturas históricas que Zweig recogió con su estilo tan emotivo son pequeños fragmentos desencadenantes de trascendentales consecuencias para el devenir de la humanidad o momentos decisivos de la creación individual y del arrojo de unos seres destinados a superar la historia. Personajes como el viejo orador Cicerón, que se mantiene firme en la defensa de su república y se enfrenta con dignidad a la muerte; el heroico y brioso Núñez de Balboa, quien se infunde de auténtica épica para ser el primer occidental en avistar los dos océanos que bañan América; George F. Haendel que consigue resucitar de su desahucio físico y componer el glorioso oratorio de El mesías; el capitán Rouget, quien debe al ingenio de una noche, en plena revolución, la composición de la inmortal pieza La marsellesa; Goethe y la gestación de su gran canto al amor, La elegía en Marienbad; Dostoievsky y la horrible pesadilla de su falsa ejecución; Tolstoi en su definitiva huida, consecuente con su pensamiento; Lenin con su necesario retorno a Rusia para encabezar la ansiada revolución; el presidente Wilson y su fracasado intento por gestar una paz definitiva entre los pueblos; J.A. Suter y su empecinamiento por la creación de un sueño que derivará en la formación del estado de California; Cyrus W. Field o la necesidad de tender puentes de comunicación entre Europa y América mediante el cable telegráfico; el capitán Scott en su lucha por arribar al último rincón inexplorado de la tierra; el fatídico error del mariscal Grouchy, quien obedeciendo ciega y obtusamente a Napoleón provocó su definitiva derrota en Waterloo; o la histórica caída de la ciudad de Constantinopla en manos del imperio otomano, debida a un pequeño descuido estratégico.
La obra de Zweig constituye un auténtico deleite como narración histórica, atenta a los detalles de genio que desencadenan los hechos. Su estilo se define por estar imbuido de emoción y pasión por lo narrado y nadie que haya leído este libro puede olvidar los detalles del trágico viaje que emprende Scott en su intento por conquistar el polo sur, la detallada minuciosidad con que nos relata los acontecimientos que se van sucediendo en la conquista de Constantinopla o el épico avance contra terrenos y adversarios que emprenden Nuñez de Balboa y los suyos por obtener su sueño. El abanico histórico recorre veinte siglos entre dramas, aventuras y decisiones que alumbraran nuevas formas de ver y entender el mundo. Zweig consigue hacernos sentir la emoción del devenir histórico con su apasionada narración tan cercana a los personajes y a los hechos. La historia nunca se nos había presentado de igual manera.
Stefan Zweig tuvo su momento en la historia de la literatura. Sus meritorias biografías eran la consecuencia de su extraordinaria colección de autógrafos, manuscritos y objetos a los que lograba dar vida en sus escritos dedicados a sus venerados y mitificados personajes históricos. Sus novelas se convirtieron en auténticos best-sellers del momento y tan solo el advenimiento del nazismo logró que sus libros fueran retirados de las librerías en masa, no volviendo a recuperar nunca más su prestigio. El hecho que se recupere casi toda su obra en nuestro país y que además obtenga un éxito sorprendente, nos indica que Zweig nunca fue un autor de moda sino un escritor de calidad que necesita salir del ostracismo al que fue condenado.
Una nueva razón para leer a Zweig. No sé por qué, pero en cierto modo me siento identificado con este autor en su manera de narrar y de acercarse a sus personajes y sus historias. Es comos si hubiese hallado en él a un igual en cuanto a su manera de concebir la literatura. Y desde luego, y según mi humilde opinión como lector, es necesario reivindicarlo como tú lo haces.
ResponderEliminarSi te dijera que gran parte de la historia que sé la conozco gracias a la literatura... Porque la literatura es hija de su época y refleja los hechos de los años donde se cuece, las ideas imperantes, las costumbres...
ResponderEliminarDigo como el anterior comentarista: esta entrada incita a la lectura del libro de Zweig. Haendel, Cicerón, Goethe... Ay, Carlos qué bien me has puesto el cebo.
Besos muy agradecidos.
Juan Manuel, si te has dejado atrapar ya por Zweig (y me consta que así es) debes hacerte con este libro donde el autor relata esa historias con la pasión que nos tiene acostumbrados. Yo no pude parar de leerlas porque eran magnéticas y me hicieron descubrir otra forma de narrar la historia. Desde luego si una prestigiosa editorial como El Acantilado está sacando casi toda su obra con gran éxito, es signo de que Zweig sigue siendo grande. Un abrazo.
ResponderEliminarPues sólo tienes que picar Isabel. Zweig fue un gran novelista, pero además realizó estupendas biografías donde supo sacar el alma de cada biografiado. Si la literatura has sido base para tu formación histórica, estas miniaturas no deben faltar en tu biblioteca. Yo comencé con una que recomendaba Ana en su blog y ya no pude parar. Además todos los personajes e historias tratadas son atractivos y los que no conoces lo serán. Un abrazo.
ResponderEliminarQuedé embrujado tras leer "Méndel el de los libros", así que, al menos en mi caso, no hacía falta esmerarse mucho con el cebo. Aún así, lo has hecho y de qué manera, por lo que tomo nota de esta recomendación en la que hincaré el diente con la voracidad de quien se considera ya un entregado admirador de la literatura de Zweig en cualquiera de sus facetas.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
A tí es fácil embrujarte Jose, pero lo cierto es que Zweig nos tiene enganchados a todos (el primero yo). Me encanta dejarme llevar por su pasión y creo que este libro es para disfrutar asimilando cultura. IMPRESCINDIBLE.
ResponderEliminarUn abrazo Jose.
"La impaciencia del corazón", que en ediciones más antiguas se denominó "La piedad peligrosa" está sin duda entre la docena de novelas que más me han conmovido por su honda tristeza y humanidad, y también maravillado por su asombrosa pericia técnica. Zweig es uno de los grandes, y con él hay otros dos extraordinarios austriacos de la misma época: Franz Werfel y Alexander Lernet-Holenia. ¿Por que no se habla de ellos tanto como de Herman Hesse o Thomas Mann? Quizás porque cultivaron más la amenidad, que no suele estar bien vista por los críticos, y no escribieron novelones ambiciosos tipo "La montaña mágica" o "El juego de los abalorios" sino que buscaron la perfección de lo más breve, como en "Novela de ajedrez" "Una letra femenina azul pálido" o "El barón Bagge", "nouvelles" que te proporcionan una sola tarde, o noche, de felicidad, y ya es bastante.
ResponderEliminarMás material de Zweig que nos pones entre manos Manuel y que te agradezco. Todos estos escritores, incluido también Perutz, sufrieron la ascensión del nazismo y casi desaparecieron en el resto del mundo una vez olvidados allí. Muy probable lo que apuntas, la necesidad crítica de deshacerse de lo ameno en favor de lecturas complicadas para diferenciar tipos de público. No olvidemos que Zweig era un best-seller en su época, envidiado por muchos.
ResponderEliminarAgradezco tu interesante paso por aquí. Un saludo.