John Ford |
En los años 50 se desató en Hollywood una auténtica represión anticomunista auspiciada por el senador McCarthy y el futuro presidente Nixon que fue conocida como "la caza de brujas". Durante aquellos años Joseph L. Mankiewicz, un director independiente y crítico en sus opiniones, era presidente del sindicato de directores y sufría el acoso de Cecil B. De Mille y sus afines para que se consiguiera firmar un juramento anticomunista. Ante las continuas difamaciones que lo tachaban de "rojo" se vio obligado a convocar una reunión de urgencia para aclarar su postura, pero muy lejos de poder defenderse, allí De Mille y su gente hicieron acusaciones directas sobre su persona. De aquella reunión surgió una de las frases más recordadas y repetidas en el anecdotario cinematográfico y fue pronunciada por el pionero y gran maestro de directores, el gran jefe blanco según el mismo Mankiewicz. Como todas las intervenciones eran recogidas por un taquígrafo, era necesario identificarse y allí es donde aquel hombre tranquilo se levantó y pronunció sin solemnidad aquello de "Me llamo John Ford y hago películas del oeste". Mankiewicz explica en una entrevista que Ford se dedicó a resaltar el cine de De Mille, pero que en un giro final se enfrentó con total serenidad diciéndole que no le gustaba como persona, que no le gustaba su manera de actuar y que lo mejor era darle un voto de confianza al presidente e irse todos a dormir tranquilos. Allí acabó aquella reunión que salvó el pellejo de un posible nuevo exiliado, pero que no cambió la triste historia de la caza de brujas.
Esta anécdota sirve como carta de presentación de uno de los grandes genios del cine que dedicó la mayor parte de su filmografía a rodar películas del oeste, un género casi exclusivamente norteamericano que tuvo su periodo de esplendor en el Hollywood más clásico. Los grandes directores norteamericanos transitaron constantemente el territorio mítico del far-west para dejarnos una gran colección de obras maestras y John Ford fue el auténtico gran jefe, el mejor narrador de una historia que debía escribirse.
En un país de tan corta historia, existía una laguna de carácter mítico que el cine supo explotar. André Bazin escribió que "el western es el encuentro de una mitología con un medio de expresión", pues el cine del oeste fue el encargado de reescribir ese mito necesario para el país. En un primer momento el cine, debido a la proximidad temporal, era un lenguaje utilizado como documento y las películas del oeste eran una especie de reportajes, pero para crear el mito y la leyenda fue necesario distanciarse de lo real, pues como afirmaba Ford, la leyenda era más hermosa que la realidad. Precisamente será John Ford quién mejor reflexione sobre el tema en su eterna El hombre que mató a Liberty Valance, poniendo en boca de un periodista que escucha el relato de los verdaderos acontecimientos de un hecho legendario aquello de "Esto es el oeste amigo y cuando los hechos se convierten en leyenda no es bueno imprimirlos".
El western ocupa el lugar que las sagas y epopeyas ejercieron en nuestras civilizaciones, pero con la diferencia que la mirada es demasiado cercana. Los norteamericanos renunciaron a sus antepasados para edificar una mitología más afín a sus nuevas maneras y así el indígena pasó a ocupar el papel más oscuro de la representación -los indios se convertían en el obstáculo de la gran epopeya colonizadora del salvaje oeste-. El cine se convirtió en creador de héroes y mitos que abandonaban su verdadera personalidad para convertirse en estereotipos de los grandes luchadores contra la barbarie, en románticos ladrones o en solitarios aventureros prototípicos del individualismo americano.
Es sorprendente descubrir la verdadera imagen del valiente general Custer que nos legó Errol Flynn en Murieron con las botas puestas, lejos del auténtico asesino de indios, arribista y traicionero que llevó a todo un regimiento a una muerte segura. Nos inquieta la auténtica tragedia sufrida por esas malvadas tribus indias que fueron engañadas una y otra vez con falsas promesas, su triste exterminación por el depredador hombre blanco y que aún hoy sólo sirven de reclamo turístico. Nos pasma saber que el más legendario personaje del lejano oeste, el gran Buffalo Bill, a quien se le engrandaron todas sus supuestas hazañas para convertirlo en mito viviente, acabó sus años paseando el far-west de postal en formato circense por su sorprendido país y por Europa -llegando incluso a la ciudad de Barcelona en el invierno de 1889-.
Estos héroes y villanos, como los desalmados pistoleros, los heroicos marshalls, los temibles bandidos de diligencias o los esforzados vaqueros, se convirtieron en el legado mítico de la joven Norteamérica gracias al cine que supo evocar una historia que no fue.
Pero el western también ha sabido recoger los referentes míticos universales en sus historias. Atendiendo a lo que nos cuentan Jordi Balló y Xavier Pérez en su libro La semilla inmortal, Centauros del desierto se equipara al viaje odiseico que propone Homero, Raíces profundas y Los siete magníficos comparten el carácter mesiánico de la figura de Moisés o Jesús, las películas sobre la colonización del oeste beben del mito de La Eneida sobre la fundación de la patria y La Orestíada es básica en la gran mayoría de westerns porque sostiene en su dramaturgia los temas del asesinato, la venganza y el juicio.
El mito y la tragedia americana comienzan en el salvaje oeste; los indios esperamos replegados.
Esta anécdota sirve como carta de presentación de uno de los grandes genios del cine que dedicó la mayor parte de su filmografía a rodar películas del oeste, un género casi exclusivamente norteamericano que tuvo su periodo de esplendor en el Hollywood más clásico. Los grandes directores norteamericanos transitaron constantemente el territorio mítico del far-west para dejarnos una gran colección de obras maestras y John Ford fue el auténtico gran jefe, el mejor narrador de una historia que debía escribirse.
En un país de tan corta historia, existía una laguna de carácter mítico que el cine supo explotar. André Bazin escribió que "el western es el encuentro de una mitología con un medio de expresión", pues el cine del oeste fue el encargado de reescribir ese mito necesario para el país. En un primer momento el cine, debido a la proximidad temporal, era un lenguaje utilizado como documento y las películas del oeste eran una especie de reportajes, pero para crear el mito y la leyenda fue necesario distanciarse de lo real, pues como afirmaba Ford, la leyenda era más hermosa que la realidad. Precisamente será John Ford quién mejor reflexione sobre el tema en su eterna El hombre que mató a Liberty Valance, poniendo en boca de un periodista que escucha el relato de los verdaderos acontecimientos de un hecho legendario aquello de "Esto es el oeste amigo y cuando los hechos se convierten en leyenda no es bueno imprimirlos".
General Custer |
Es sorprendente descubrir la verdadera imagen del valiente general Custer que nos legó Errol Flynn en Murieron con las botas puestas, lejos del auténtico asesino de indios, arribista y traicionero que llevó a todo un regimiento a una muerte segura. Nos inquieta la auténtica tragedia sufrida por esas malvadas tribus indias que fueron engañadas una y otra vez con falsas promesas, su triste exterminación por el depredador hombre blanco y que aún hoy sólo sirven de reclamo turístico. Nos pasma saber que el más legendario personaje del lejano oeste, el gran Buffalo Bill, a quien se le engrandaron todas sus supuestas hazañas para convertirlo en mito viviente, acabó sus años paseando el far-west de postal en formato circense por su sorprendido país y por Europa -llegando incluso a la ciudad de Barcelona en el invierno de 1889-.
Búfalo Bill en un espectáculo multitudinario |
Pero el western también ha sabido recoger los referentes míticos universales en sus historias. Atendiendo a lo que nos cuentan Jordi Balló y Xavier Pérez en su libro La semilla inmortal, Centauros del desierto se equipara al viaje odiseico que propone Homero, Raíces profundas y Los siete magníficos comparten el carácter mesiánico de la figura de Moisés o Jesús, las películas sobre la colonización del oeste beben del mito de La Eneida sobre la fundación de la patria y La Orestíada es básica en la gran mayoría de westerns porque sostiene en su dramaturgia los temas del asesinato, la venganza y el juicio.
El mito y la tragedia americana comienzan en el salvaje oeste; los indios esperamos replegados.
Grandísima entrada, Carlos, pero en relación a la última frase, quizás ha llegado ya el momento de dejar de hacer el indio.
ResponderEliminarY respecto al paralelismo con el mito griego, casi me atrevería a decir que desde Homero, en lo que a tusitalas se refiere: "Nada nuevo bajo el sol, forastero..."
Un abrazo fuerte y felicidaes por este texto magnífico.
Me alegro de haber afinado la puntería con este texto.
ResponderEliminarYo también pienso que los clásicos griegos y latinos lo dejaron todo bien escrito y los argumentos universales se repiten continuamente adoptando nuevas formas y por eso siempre recomiendo ese libro citado, porque conecta muy bien el cine y la literatura y nos explica todo eso de forma maravillosa.
Más que dejar de hacer el indio, unamos nuestras tribus contra los fanfarrones del séptimo de caballería. Un abrazo.
Creo que, por mucho que Ford escamotease el tipo con la caza de brujas y quedase a salvo, tanto por un bando como por otro (nadar y guardar la ropa) con sus películas ayudó a justificar el genocidio indio, a ensalzar el individualismo justiciero y a perpetuar en el imaginario universal la idea del héroe blanco frente al salvaje con plumas.
ResponderEliminarEl otro, día, y en otro orden de cosas, charlaba con otras personas sobre los orígenes de las obras americanas en literatura y llegábamos a la conclusión de que los norteamericanos han generado una literatura de nuevo cuño, con un sabor especial y un "sonido" nuevo porque no tienen, como tenemos los europeos, el peso de la tradición clásica encima, porque -para bien y para mal- crearon partiendo de su propia imaginación y circunstancias: no han caminado sobre los hombros de ningún gigante. Creo que el trinfo del cine americano tiene algo que ver con esto, por mucho que haya exégetas que quieran siempre tirar de Grecia y los clásicos... porque claro, busca buscando siempre hay un griego; a veces de una manera muy nítida, otras veces se encaja con calzador.
Bueno, sólo es una opinión.
De nuevo, como no podía ser de otra manera, una entrada brillante.
¡Salud Carlos!
No te puedo negar Hablador que Ford contribuyó con sus primeros westerns a forjar la leyenda del indio malo, el pistolero justiciero y la caballería salvadora. Más adelante sus trabajos tomaron más conciencia de la causa india y sobre todo más reflexión sobre la mítica del oeste y de ahí surgen dos obras maestras absolutas como "Centauros del desierto" o "El hombre que mató a Liberty Valance" y otras no menos excelentes.
ResponderEliminarNo soy gran conocedor de la literatura norteamericana como para rebatir o confirmar tus conclusiones, aunque las lecturas de algunos grandes del XX norteamericano me indican que sí forman una voz diferente que huye de la raíz romántica europea. Desde luego la novela negra en EE.UU. se aleja de la practicada hasta entonces en Europa, el teatro de dramas sureños parece huir de los ismos, pero también la generación perdida necesita tomar conciencia en el exilio y crear una mítica alejada de su país de origen. Es un tema de debate interesante.
Con todo, el cine norteamericano clásico sigue siendo el más grande y además el que más ha influido en la actual literatura. Un abrazo.
Como siempre estas entradas tuyas son un regalo. Me apasiona, como filólogo, esa lectura en clave de relectura de grandes obras literarias y/o cinematográficas, o quizá mejor, el análisis de esos andamiajes eternos que soportan pesos ficcionales diversos. BB estuvo en BCN? Me dejaste estupefacto. Pobre hombre, lo llevarían a ver el gótico, lo cual daría para una peli tristísima.
ResponderEliminarRegalo son vuestros comentarios siempre constructivos y cierto, yo que no soy filólogo ni crítico también disfruto buscando más allá y entrelazando lo que leo y veo como haces tu con las historias que nos traes.
ResponderEliminarHace no mucho se publicó un libro entero sobre el paso de Buffalo Bill por la ciudad de Barcelona y de ahí extraigo la fotografía que acompaña al texto. Ya ves, la mítica del oeste se derrumba por todas partes una vez que hurgas un poco, pero el cine se encarga de aguantar el muro una y otra vez.
Carlos, ¿estás seguro que no eres filólogo ni crítico?
ResponderEliminarNo me preguntes por qué, pero "Centauros..." no me gusta nada. "Raices profundas", "El hombre..." y "Los siete..." -demasiada leña para tan pocos leñadores- estas tres sí.
Como siempre, te felicito por tu escrito y también por el tipo de blog que estás creando.
Un abrazo, profe.
Puede ser que el tema de "Centauros del desierto", con un John Wayne tan racista te repugne, pero es una obra redonda. Hay muchos buenos westerns que cada uno guarda en su memoria, independientemente del maltrato a los indios o de otras fantasías heroicas como ciertos duelos, pero el cine ya es un poco esto (el americano muy especialmente).
ResponderEliminarTe agradezco las felicitaciones mucho viniendo de quien vienen. Ya ves que con un poquito de pasión las cosas pueden salir mejor.
P.D.1. Ayer estuvimos escuchando un poco de la Callas para demostrar que siempre tienes razón.
P.D.2. Valdemar ha escuchado mis ruegos y saca en Gótica una edición de los cuentos fantasmales de Henry James. Si te falta alguno ya sabes, ve a buscarla.
Un abrazo maestro y sigue disfrutando en La Alberca.
Primero mi admiración hacia este director, pues aunque el de vaqueros no era el género que más me gustaba, recuerdo tardes memorables contemplando en la pequeña pantalla al mítico John Wayne, el duro, el que disparaba sin pestañear.
ResponderEliminarEL esquema que inventó el género del Western se ha repetido hasta el aburrimiento, hasta el punto que hoy en día seguimos viendo en las películas de acción la misma historia, aunque por desgracia ya no están Gary Cooper, John Wayne, Henry Fonda y otros tantos. Yo más que con los griegos, a pesar de que me ha encantado tu comparación y esa manera de ponernos a todos a pensar, lo compararía con el romanticismo, un romanticismo muy americano. Reinventar una época dorada donde se fomenta sobre todo el individualismo, sin leyes que hagan al hombre débil, sin clases sociales. En definitiva una sociedad donde el hombre se debe hacer a sí mismo, que no es ni más ni menos que el sueño americano. Claro que después vendrían otros grandes escritores norteamericanos a desmontarnos todo este individualismo, pero eso ya es otro capítulo.
Me ha encantado tu entrada
Interesante comparación entre western y romanticismo que nos lleva al ideal norteamericano: el individuo ante todo,alguien que se hace a si mismo (ahí siempre me viene a la memoria "El manantial"). Yo diría que por suerte llegaron otros escritores que lo ponían todo en duda, porque sino serían terriblemente aborrecibles.
ResponderEliminarComo ves, es un género casi del pasado. Hoy en día casi nadie hace westerns, porque ahora nos explican lo mismo con películas de ciencia-ficción, donde se pueden ver mejor los efectos digitales que tanto interesan en mostrarnos, para que no nos demos cuenta de que la película no tiene nada más. Efectivamente, ver pasear a aquellos actores por el lejano oeste ya era todo un espectáculo. Un abrazo.
Para desmitificar el cine del oeste que se empezó a realizar por aquellos tiempos, estaba William Faulkner. Sus novelas narradas de un modo alucinado, como si todo fuese producto de una pesadilla, presentan un mundo lleno de personajes que se mueven en la frontera que separa la razón de la locura. Sus héroes son hombres crueles, cargados de una razón superior, por encima de cualquier ley, que los aproxima a esas figuras cinceladas por el mismo dios y que protagonizan los episodios recogidos en la Biblia. No poeseen nada de mítico. Si acaso defienden una manera de estar, una caballerosidad ridícula que, con todo, el cine supo explotar y darle la vuelta como a un guante. ¿Acaso el romanticismo y la ridiculez no andan de la mano? Ello no quita para que Ford, Mann, y otros cuyo nombre no recuerdo, hiciesen películas magníficas, pienso que necesarias, pues todos buscamos héroes en los que depositar nuestras esperanzas, y si tales héroes presentan una traza humana, mejor que mejor.
ResponderEliminarCiertamente parece que la literatura andaba por otro lado y aunque Faulkner es una de mis lagunas, se que otros narradores huyeron de esa falsa mitología y desmontaron lo que el cine clásico del oeste andaba creando.
ResponderEliminarYo también creo en las necesarias películas del oeste, e incluso te diría que las sigo admirando por muchas cosas.
Me alegra ver tu interesante comentario por este rincón Juan Manuel. Un saludo.
Juro y perjuro quete comenté esta entrada, Carlos. <y qqqqque ucmplí con los rewusisitos varios
ResponderEliminarJa, ja Ana. Las prisas creo que te pueden. Lo cierto es que me hubiera encantado saber tu opinión sobre el tema que dominas mucho mejor que yo. Anímate a darme cuatro pinceladas.
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