Los griegos en la antigüedad ya mostraron su afición por las paradojas e incluso la más célebre de todas pertenece al legendario poeta Epiménides, que vivió en Creta hace más de 2500 años, quien dicen que propuso aquello de "Todos los cretenses son mentirosos", una contradicción de la lógica que nos ha dejado perplejos desde entonces.
Y una prueba de que todavía en nuestros días despiertan gran interés es el trabajo del ilustre matemático Martin Gardner que ha profundizado en el terreno del ingenio y la paradoja a través de múltiples artículos y libros. En su ¡Aja! Paradojas que hacen pensar además de analizar algunas célebres paradojas lógicas, numéricas, geométricas, probabilísticas, estadísticas o temporales, realiza una clasificación de las mismas, teniendo siempre presente el significado de expresión que encierra una aparente contradicción. Uno de los tipos que presenta Gardner es la de paradoja como "afirmación que parece falsa, aunque en realidad es verdadera", lo que me sirve para introducir el relato que aquí traigo.
Como es sabido la literatura se puede concebir como un juego entre lector y escritor, aunque a veces esta diversión aparece de forma explicita. La obra paradigmática del juego creativo e ingenioso sería Alicia en el país de las maravillas del matemático Lewis Carroll -existe, por cierto, una edición definitiva anotada por Martin Gardner- que contiene multitud de problemas de ingenio, paradojas y juegos de palabras. Sin embargo, en el terreno de las paradojas literarias existe un nombre destacado, un autor admirado por Borges y de gran influencia para sus escritos más metafísicos; se trata de Gilbert Keith Chesterton, un escritor británico de la época dorada que ha pasado a la posteridad por sus ensayos biográficos de célebres escritores y por el entrañable Padre Brown, un extraordinario detective aficionado de gran agudeza psicológica que es capaz de desentrañar los casos más aparentemente irracionales y que prolongó su vida literaria durante unos cincuenta relatos, recopilados en cinco libros, -de los que existen recientes y excelentes ediciones en El Acantilado y Valdemar-.
Sus historias fundamentadas en la parábola, el relato simbólico y especialmente en la paradoja se emparentan claramente con su contemporáneo Kafka. Chesterton hizo de la paradoja casi un estilo para el desarrollo de sus narraciones y su libro más emblemático al respecto es aquel que precisamente lleva el título de Las paradojas de Mr. Pond, una recopilación de ocho cuentos donde la paradoja se encarga de estructurar la narración y permitir el desarrollo de la historia. El autor comienza cada uno de los relatos realizando una afirmación chocante en boca de Mr. Pond: "Una vez conocí a dos hombres que llegaron a estar tan completamente de acuerdo que lógicamente uno mató al otro" o "Recuerdo un ejemplo bastante singular en el que cierto gobierno hubo de considerar la deportación de un extranjero deseable", para después acompañarnos en una análisis de la historia, evitando las comunes distracciones de la novela policíaca y proponiendo una solución de orden psicológico.
De un libro memorable que invita a mover las neuronas destaca por su brillantez el relato de Los tres jinetes del Apocalipsis, narración que Borges ya recopiló en su Antología del cuento policíaco. En este cuento Mr. Pond se encarga de hacer plausible una afirmación tan paradójica como : "Todo fracasó porque la disciplina era excelente. Los soldados de Grock lo obedecieron demasiado bien; por eso no logró lo que se propuso". Una historia que narra con maestría la época de húsares prusianos, héroes nacionalistas, correos a caballo, rigidez militar y tantos otros buenos detalles que nos trasladan con eficacia a esa convulsa etapa de románticos revolucionarios enfrentados a poderosas naciones subyugadoras. El cuento nos entrega dos perspectivas del mundo y hace hincapié en la visión de los soldados que ven desaparecer su rígida hegemonía a través de la figura del mariscal Von Grock, quien en frases como "Nada me preocupa el mundo más allá de los lindes de la frontera" o "El mundo cambia no por lo que se comenta o por lo que se reprueba o ensalza, sino por lo que se hace" deja entrever que los militares necesitan actuación por encima del pensamiento. Chesterton trabaja maravillosamente los retratos psicológicos que ayudan a dar las claves resolutivas de este enigma paradójico.
Reconozco mi debilidad por este relato que contiene mucho de lo que yo espero de la literatura y por eso no me canso de releerlo y recomendarlo.
Y una prueba de que todavía en nuestros días despiertan gran interés es el trabajo del ilustre matemático Martin Gardner que ha profundizado en el terreno del ingenio y la paradoja a través de múltiples artículos y libros. En su ¡Aja! Paradojas que hacen pensar además de analizar algunas célebres paradojas lógicas, numéricas, geométricas, probabilísticas, estadísticas o temporales, realiza una clasificación de las mismas, teniendo siempre presente el significado de expresión que encierra una aparente contradicción. Uno de los tipos que presenta Gardner es la de paradoja como "afirmación que parece falsa, aunque en realidad es verdadera", lo que me sirve para introducir el relato que aquí traigo.
Como es sabido la literatura se puede concebir como un juego entre lector y escritor, aunque a veces esta diversión aparece de forma explicita. La obra paradigmática del juego creativo e ingenioso sería Alicia en el país de las maravillas del matemático Lewis Carroll -existe, por cierto, una edición definitiva anotada por Martin Gardner- que contiene multitud de problemas de ingenio, paradojas y juegos de palabras. Sin embargo, en el terreno de las paradojas literarias existe un nombre destacado, un autor admirado por Borges y de gran influencia para sus escritos más metafísicos; se trata de Gilbert Keith Chesterton, un escritor británico de la época dorada que ha pasado a la posteridad por sus ensayos biográficos de célebres escritores y por el entrañable Padre Brown, un extraordinario detective aficionado de gran agudeza psicológica que es capaz de desentrañar los casos más aparentemente irracionales y que prolongó su vida literaria durante unos cincuenta relatos, recopilados en cinco libros, -de los que existen recientes y excelentes ediciones en El Acantilado y Valdemar-.
Sus historias fundamentadas en la parábola, el relato simbólico y especialmente en la paradoja se emparentan claramente con su contemporáneo Kafka. Chesterton hizo de la paradoja casi un estilo para el desarrollo de sus narraciones y su libro más emblemático al respecto es aquel que precisamente lleva el título de Las paradojas de Mr. Pond, una recopilación de ocho cuentos donde la paradoja se encarga de estructurar la narración y permitir el desarrollo de la historia. El autor comienza cada uno de los relatos realizando una afirmación chocante en boca de Mr. Pond: "Una vez conocí a dos hombres que llegaron a estar tan completamente de acuerdo que lógicamente uno mató al otro" o "Recuerdo un ejemplo bastante singular en el que cierto gobierno hubo de considerar la deportación de un extranjero deseable", para después acompañarnos en una análisis de la historia, evitando las comunes distracciones de la novela policíaca y proponiendo una solución de orden psicológico.
De un libro memorable que invita a mover las neuronas destaca por su brillantez el relato de Los tres jinetes del Apocalipsis, narración que Borges ya recopiló en su Antología del cuento policíaco. En este cuento Mr. Pond se encarga de hacer plausible una afirmación tan paradójica como : "Todo fracasó porque la disciplina era excelente. Los soldados de Grock lo obedecieron demasiado bien; por eso no logró lo que se propuso". Una historia que narra con maestría la época de húsares prusianos, héroes nacionalistas, correos a caballo, rigidez militar y tantos otros buenos detalles que nos trasladan con eficacia a esa convulsa etapa de románticos revolucionarios enfrentados a poderosas naciones subyugadoras. El cuento nos entrega dos perspectivas del mundo y hace hincapié en la visión de los soldados que ven desaparecer su rígida hegemonía a través de la figura del mariscal Von Grock, quien en frases como "Nada me preocupa el mundo más allá de los lindes de la frontera" o "El mundo cambia no por lo que se comenta o por lo que se reprueba o ensalza, sino por lo que se hace" deja entrever que los militares necesitan actuación por encima del pensamiento. Chesterton trabaja maravillosamente los retratos psicológicos que ayudan a dar las claves resolutivas de este enigma paradójico.
Reconozco mi debilidad por este relato que contiene mucho de lo que yo espero de la literatura y por eso no me canso de releerlo y recomendarlo.
Volvemos a coincidir, admirado Carlos. Empiezo por decir que no he leído "Los tres ...". Decía Borges que no era menos arduo que un severo problema de ajedrez. Así que si Borges y tú os empeñáis, lo leeré.
ResponderEliminarMe gustan los problemas y las paradojas. Me gusta Chesterton, como escribe y su filosofía de vida. Reírse de uno mismo es un requisito imprescindible para caerme bien y él lo hacía como nadie: "Hay muchos imbéciles que pueden tratarme de amigo y muchos amigos que pueden tratarme de imbécil".
Carlos, otra vez aciertas, y van...
Un abrazo.
Tus artículos también contienen mucho de lo que yo espero de la literatura: despertar el interés por seguir leyendo con buenas recomendaciones bien fundamentadas.
ResponderEliminarY yo nunca me atrevería a decir que "esta frase es mentira".
Un abrazo fuerte, que no de muerte.
Thornton veo que conoces claramente las palabras que sobre el cuento tenía el maestro Borges, por lo que realmente sólo te queda conocer este maravilloso cuento.De hecho, este cuento y el libro completo están dirigidos a un matemático como tú que debe disfrutar con este tipo de problemas y cuando lo escribía pensaba en ti como probable gran degustador. Supongo que los libros de Gardner y sus ingeniosos y divertidos problemas ya los trabajaste en las clases. Me alegra especialmente descubrirte este Chesterton. Un abrazo.
ResponderEliminarJose, que madrugador has sido pues casi alcanzas al maestro. Siempre es un placer encontrar buenas recomendaciones para un seguidor de lujo que me estimula tanto.
ResponderEliminarPienso que Chesterton escribe un tipo de relato policial (de hecho en este caso son planteamientos de problemas y nunca casos detectivescos) que trabaja estupendamente los perfiles psicológicos y por eso sigue siendo tan admirado incluso entre los que son ajenos a este tipo de literatura. Estoy seguro de que este cuento te va a gustar por todo y no solo por la resolución y si te animas el libro es pequeño pero jugoso.
Gracias por esa paradoja tan bien traída. Un abrazo.
Es buena tu recomendación… La anotaremos en la lista de futuras lecturas.
ResponderEliminarUn placer leerte. Saludos.
Agradecido te quedo poeta. Cuando lo recomendado es bueno parece fácil encontrar palabras. Un placer mutuo. Saludos.
ResponderEliminarMe apunto Mr Pond. Me lo pasé en grande con "El hombre que fue jueves".
ResponderEliminarLos ejemplos que has puesto son una delicia. Técnicamente se les puede llamar paradojas pero a mi me gusta interprertarlas en su sentido literal porque son pura rebeldía; CH le da la vuelta a conceptos universales muy aceptados y al ponerlos del revés genera transgresión y soluciones nuevas a problemas de siempre.
¡Salud!
He leído de forma irregular las antologías preparadas por Borges y coincido bastante. Cuentos sueltos, lo que más me apetecía en algunos momentos. ¿Sabes mi problema? Que he accedido a esas antologías a partir de ediciones bastante malas que motivaban poco y que en ciertas época aclaraban menos. Desconozco el cuento de que nos hablas pero apuntado queda.
ResponderEliminarAunque también leí su más reconocida novela, me siento más identificado con el estilo Chesterton en sus relatos. No obstante ambos comparten la diversión y el juego que tu apuntas.
ResponderEliminarMe gusta tu idea de frases rebeldes y transgresoras. Un abrazo hablador.
Como ya sabes Borges se consideraba buen lector sobre todo y de sus buenas lecturas sabía descubrirnos autores perdidos, enigmáticos u obras desconocidas. Sus antologías fueron básicas en su momento y de hecho su Antología de la literatura fantástica me sigue pareciendo soberbia (eliminando algunas historias que se sienten traídas por los pelos). No se que ediciones han podido ser tan lamentables como para evitar su lectura (en Borges me refiero porque el tema de las edicones es a veces de pesadilla)pero este cuento se puede encontrar en varias antologías pues desde entonces ha sido muy citado. Te aseguro una lectura muy placentera. Un abrazo Ramon.
ResponderEliminarQuerido Carlos,
ResponderEliminarno me he olvidado de ti, pero no tengo tiempo para casi nada, así que con tu permiso y con más tiempo releeré el cuento de Chesterton y te mandaré un comentario.
Un beso y hasta pronto
Tranquila Anabel que no hay obligación de nada. De todas maneras tengo el ordenador KO por unos días. Gracias por pasar de todas maneras.
ResponderEliminarLeí este cuento hace quizás un par de meses, el resto de los seleccionados por Borges aguardan turno porque tuve que devolver el libro a la biblioteca sin haberlo podido terminar, que a veces las circunstancias se te ponen en contra. Pero si los demás están a la altura de este de Chesterton, no dudo de que será una lectura muy agradable.
ResponderEliminarSaludos.
Wara supongo que te refieres a la antología de cuentos policiacos de Borges, si es asi te aseguro que hay auténticas sorpresas junto a otros poco notables.Hablando del libro de Chesterton en concreto te podría decir que tiene un nivel alto, con sorprendentes resoluciones a sus paradojas.No obstante creo que este cuento es superior a todos porque contiene muchas más cosas. Agradezco tu paso por aquí y me doy un paseo por tus luminosos blogs. Un saludo.
ResponderEliminarProfe, ¿qué pasa?
ResponderEliminarLo siento maestro pero es que tengo el ordenador en reparación y sólo accedo de vez en cuando desde lugares ajenos. Creo que este fin de semana podre volver a activarme que yo también tengo ganas y tema. Preparate porque estoy aprovechando para leer algunos "fantasmas". Por cierto, no me hablas de si conseguiste este Chesterton y aquel Bernanos. Un abrazo.
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