miércoles, 10 de octubre de 2012

Ilustrando sueños (IV)


Ilustrar un texto narrativo viene a ser una manera de interpretación y hoy en día esa tarea parece pertenecer casi exclusivamente al arte cinematográfico. Pero, antes del nacimiento del cinematógrafo y aún en sus albores, el papel preponderante recaía en los ilustradores, cuya importancia fue tal, que llegaron a marcar la pauta en el desarrollo escénico de muchas obras adaptadas al cine. La época dorada de los ilustradores abarcó desde finales del siglo XIX hasta el primer cuarto del siglo XX y en su declive parece haber tenido importancia el auge del séptimo arte como elemento más popular de traslación visual de la obra literaria. El dibujo ilustrado de los grandes clásicos literarios perdió fuelle ante la rivalidad de un arte más dinámico y globalizado.
Soy de los que pienso que la ilustración de libros es un arte poco valorado a pesar de haber constituido, en ciertas épocas, la única fuente de interpretación visual generada en su contexto. Además, en su período más creativo, nos ha ofrecido la posibilidad de regalarnos con la inventiva e imaginación de grandes artistas creadores como Arthur Rackham, John Tenniel, Edmund Dulac, Howard Pyle, Gustave Doré, Rockwell Kent, Harry Clarke o N.C. Wyeth que, en muchas ocasiones, han acabado asociando su nombre al de la obra que intentaron evocar con sus pinceles. Afortunadamente, el arte de la ilustración sigue dando exquisitos frutos hoy en día y, aunque no alcance la calidad pictórica de aquellos años, seguimos teniendo enormes creadores como los autores de la escuela rusa o los clásicos dibujantes catalanes, con la puntualización de que quizás realizan un tipo de dibujo excesivamente correcto y poco arriesgado, donde prima el detallismo y la originalidad por encima del simbolismo y la creatividad.
Pero, no obstante, aparecen de vez en cuando autores que enlazan con el elaborado trabajo de los antiguos maestros desde una perspectiva moderna, comprometida y osada. Y uno de ellos es el italiano Roberto Innocenti, creador de una obra no muy extensa pero de enorme calidad. Innocenti es un dibujante autodidacta que empezó a ilustrar literatura a principios de los años 80 con su versión moderna de La cenicienta. Posteriormente, además de algunos álbumes originales como Rosa Blanca, El último refugio, La historia de Erika o La casa, se ha encargado de ilustrar con inusual belleza obras como Las aventuras de Pinocho, Cuento de Navidad, El cascanueces o La isla del tesoro, trabajos por los que ha obtenido un amplio reconocimiento con numerosos premios, incluido el Hans Christian Andersen en 2008 por el conjunto de su obra.
En sus trabajos para los textos de Carlo Collodi, Charles Dickens o E.T.A. Hoffmann, Innocenti desborda imaginería visual, con múltiples detalles que le dan a cada escena una importancia más allá de la que el texto puede recoger. Y es que el autor consigue ilustrar también aquello que no está escrito, ofreciendo una información suplementaria al lector que enriquece sobremanera el texto. Uno de los aspectos que más llaman la atención es la distorsión del punto de vista, la búsqueda de perspectivas forzadas que tratan de introducirnos en la obra, convirtiéndonos en personajes observadores privilegiados de la escena. El realismo de todos los detalles y la capacidad de mostrar vida y movimiento en todos sus encuadres lo convierten en un dibujante enormemente sugerente. Incluso en aquellas obras que no parten de clásicos de la literatura, Innocenti sabe conferir el dramatismo adecuado o sugerir estados de ánimo  a través de su pincel.  Rosa Blanca se convierte así en un convincente alegato pacifista a través de los ojos de una niña y El último refugio resulta ser un introspectivo viaje en pos de la imaginación perdida, acompañado de los grandes personajes de la literatura aventurera.
En definitiva, como el trabajo de un ilustrador solo requiere ojos atentos y ganas de complacerse, aquí os dejo un video que muestra la obra de uno de los últimos genios de este arte.

8 comentarios:

  1. Debo admitir que desconocía a este ilustrador. Me ha arecido excelente. Muy interesante, como bien dices, su adopción de puntos de vista alternativos, que descubren otras posibles visiones de la escena.

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    1. Anímate a ojear sus bellas ilustraciones Elena. Creo que es uno de los últimos maestros.
      Saludos.

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  2. ¿Y no crees que la fotografía pesó mucho en ese declive? Recuerdo textos vitriólicos de Bécque sobre el tema (de hacia 1865 y así), en defensa, claro, de los dibujantes como su hermano y otros...
    ¡Muy buena entrada, Carlos!

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    1. Es muy probable que la fotografía fuera otro elemento más para la caída de la ilustración, pero creo que la fotografía nunca fue un elemento compañero de la obra narrativa sino que corría paralelo.
      Un abrazo Ana.

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  3. Desconocía por completo el nombre de este ilustrador, aunque sí he reconocido las ilustraciones de Pinocho. Todas son preciosas, originales, sugerentes, evocadoras, y algo más, algo que no todos los ilustradores de libros para niños tienen en cuenta: están hechas pensando en el lector. No sé si a ti también te pasa, pero a veces hojeo libros para niños, y las ilustraciones parecen sacadas del Macba, y si a mí me deprimen, no sé que sensación le producirán a un niño. Da la sensación de que algunos artistas ven en un cuento la oportunidad de lucirse. Por eso agradezco la labor de artistas como Innocenti, y a ti el presentárnoslo.
    Un abrazo.

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  4. Pinocho y Canción de Navidad acaban de ser reeditadas en Kalandraka y son una delicia para acompañar al texto.
    Es muy cierto lo que dices Niño vampiro, y por eso afirmaba que existen muy buenos dibujantes y algunos de ellos muy originales que intentan hacer obras de arte (supuestamente)antes que simples ilustraciones. Creo que para dibujar un texto hay que acercarse con respeto y saber interpretarlo creativamente y no como hacen muchos, inventar en base a...
    Innocenti comenta que él primero lee el texto con el disfrute de un lector cualquiera y es luego cuando empieza a imaginar y sacar escenas que cree deben ser las adecuadas para complementar la narración, nunca para destacar por encima del libro. Cuando crea escenas que el libro no describe, lo hace ateniéndose a las referencias culturales de la época y a los paisajes que el texto insinúa. En fin, a tí que te gusta tanto el cómic, creo que este autor te puede agradar por afinidad.
    Un abrazo.

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  5. Supongo que al contraponer la originalidad a la creatividad usas el primer término en su sentido de ser originario y no en el de ser novedoso. Es curioso que dos acepciones de una misma palabra puedan llegar a ser casi contrarias.

    Buen regalo para mi sobrino. Se lo pediré prestado después de que lo haya leído. ¿Se dice leer en estos casos?

    Abrazo fuerte.

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  6. Con la originalidad, me refería a que muchos ilustradores tan sólo pretenden hacer dibujos atractivos a la vista, sin que hagan mucho caso de la obra inspiradora. Aunque ciertamente lo he dicho de forma liosa y siempre andas por aquí para desliar la madeja.
    Me parece un regalo estupendo para un niño. De hecho, yo me aficioné a ellos porque mi hermana se los regaló a mis hijos.
    Un abrazo.

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