lunes, 14 de noviembre de 2011

Coreografiando emociones

Los musicales nunca han tenido mucha predicación en nuestro país. Con la salvedad de algunos números antológicos o de algunas películas que han superado la barrera del tiempo a fuerza de demostrar la validez de su discurso, nos encontramos con una valoración bastante mediocre de este género. Es cierto que el cine musical ha tenido siempre una dependencia extrema de los espectáculos teatrales que se generaban en Broadway o el West End londinense y, de hecho, la mayoría de las plasmaciones a la pantalla tienden a ser un continuo de números musicales que eluden el sentido cinematográfico y por tanto acaban convirtiéndose en acartonados números de baile que se suceden sin hilo argumental.
Pero a veces se produce el milagro y los números musicales se intercalan en la historia con sucesión de continuidad y no como meras interrupciones de alarde coreográfico y vocal. En este sentido, es fácil entender el misterio del porqué películas como Cantando bajo la lluvia o West side story permanecen en la memoria cinematográfica, superando su innegable solvencia como musicales.
Para valorar una película como West side story hay que prestar atención al conjunto de talentos que se dan cita en la misma. Quizás su aspecto más recordado sea la melódica y eterna música compuesta por Leonard Berstein –cuantas veces la hemos tarareado-, pero no podemos olvidar ni el guión del siempre eficaz Ernest Lehman sobre un libreto de Arthur Laurents donde se nos presenta ese Romeo y Julieta neoyorkino, ni las satíricas y modernas letras del por entonces principiante Stephen Sondheim. También destacan como nunca esos extraordinarios títulos de crédito finales en formato graffiti debidos al gran Saul Bass.
No obstante,  si esta película sobresale por encima de tantos musicales es debido a su moderna coreografía, obra del mítico Jerome Robbins. Y es que West side story fue un proyecto personal de este creador, quien propuso a Bernstein que compusiera la música para un espectáculo teatral donde la obra de Shakespeare tomaba tintes contemporáneos. Rodeado de un gran equipo, esta obra teatral se convirtió en un éxito arrollador en Broadway y propició su inmediata traslación a la pantalla grande. El director escogido fue Robert Wise, aunque este no dudó en reclamar la contribución de Robbins pues entendía que el éxito dependía absolutamente de su trabajo, pasando pues a ser co-director del film. El trabajo de Robbins fue impecable, aunando danza moderna con sensibilidad clásica y extrayendo de los jóvenes actores lo mejor de cada uno a partir de su altísimo nivel de exigencia. Los mismos actores reconocerían el estricto y sufrido trabajo al que fueron sometidos –provocando continuas lesiones-, así como la calidad de la obra realizada. De hecho, el perfeccionismo de Robbins y los constantes cambios que efectuaba para afinar la obra, llevaron a los productores a prescindir del coreógrafo cuando se llevaba rodado poco más de la mitad de la película, aunque por suerte el resto de números que faltaban habían sido ensayados con anterioridad.
Al visionar la película se percibe una conexión entre música y danza  excepcional, gracias a la estrecha colaboración entre Bernstein y Robbins. La música de este compositor no permite relajación alguna porque sus compases no son tradicionales, lo cual dificulta extraordinariamente la sincronización con el baile. Quizás sea este el detalle que puede pasar más desapercibido debido a la perfección de su trabajo y, sin embargo, es su piedra de toque, lo que convierte en notable este musical. Todos sus números son memorables y en todos logras percibir su perfección técnica con las ideas más arriesgadas como en La danza del gimnasio o en Cool. Por la perfecta sincronía –y vitalista alegría- de música y baile, su número de América es el más recordado; cabe recordar que es una mejora respecto a la interpretación teatral, donde sólo aparecían las mujeres en el baile, mientras que aquí la batalla de sexos permitía engrandecer la escena. Pero si hablamos de perfección en todos los sentidos –música, coreografía, montaje, escenarios, fotografía- es necesario recalar en el prólogo, un auténtico desafío técnico donde se combina un escenario realista con números de baile muy estilizados. Rodando con grúas desde diferentes ángulos, cavando una zanja para forzar un contrapicado o alternando diversos escenarios en continuidad, Robbins consigue un dinamismo en la acción como pocas veces se había visto, convirtiendo la violencia de las dos pandillas en pura elegancia y sofisticación. Los Jets vuelan sobre el escenario con ágiles y gráciles saltos que marcan su territorio, enfrentándose a unos Sharks que, agrupados con el rítmico chasquido de sus dedos, pretenden acabar con esa vigencia territorial. La música ejerce un papel fundamental, pasando de una suave presentación hasta un estallido final brutal a base de acelerar e intensificar sus notas. En casi quince minutos consiguen que el espectador no despegue sus ojos de la pantalla.
Naturalmente, aunque Jerome Robbins forjó su merecida fama en el teatro, supo llevar sus exitosas coreografías al cine como en el caso de El rey y yo o El violinista en el tejado. Estas dos aportaciones se alejan totalmente de lo ideado para West side story, pero son una muestra de su gran versatilidad. El violinista en el tejado es una película a recuperar, pues es un notable retrato de la vida de los judíos en la Rusia del XIX según las narraciones del judío Sholan Aleichem, en las cuales se basó Joseph Stein para crear su guión. Buenas interpretaciones, buena música y aunque no posee tantos números de baile destacables, su danza de la botella permanece como otro claro ejemplo de la capacidad que tenía Robbins para emocionar con el movimiento y su sabia adaptación a cualquier tipo de música, en este caso una bellísima melodía.


21 comentarios:

  1. Debo admitir, querido Carlos, que nunca los he soportado. Quizás por los doblajes, que imperaban cuando yo me asomé/expuse al género de los musiclaes. Y de ahí cierta prevención.
    Tomo nota y hago propósito de enmienda.
    Besos!

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  2. Bueno Ana, yo te confieso que la mayoría de musicales me siguen pareciendo insoportables (especialmente años 30 y 40)y del resto vas salvando números aislados pero, a veces, el encaje es perfecto y te rindes o las piezas bailadas y cantadas son tan mágicas que puedes superar el resto. De las que aquí hablo no tengo ninguna duda que además de grandes musicales son buenas películas. Un abrazo.

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  3. No me han gustado nunca, ni los teatrales ni los cinematográficos. En el teatro los actores tienen todos un estilo de canto muy parecido, muy poco personal, y llevan micrófonos ocultos, aspecto que a un aficionado a la ópera le parece sacrílego. Esa forma de cantar, y esas canciones, son un espanto. Pero claro, hablar de Berstein y de West Side es otra cosa (que por cierto se rodó en los terrenos donde iban a construir la Lincoln Center). Y hablar de Cantando también es otra cosa, pero ésta por los reuerdos y por su valor simbólico o icónico.

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  4. Me ha parecido muy interesante tu análisis de West Side Story, una película que he visto varias veces, aunque ignoraba algunos de los detalles que mencionas. Sin ser una gran aficionada a los musicales, los que realmente consiguen esa milagrosa conjunción de música y argumento son verdaderas joyas. Algunos de mis preferidos: Cabaret, Chicago, Cantando bajo la lluvia (of course), Los Miserables (no he visto la versión española de este último, me molesta que las canciones sean traducidas, pero la versión que vi en Londres hace unos años me encantó).

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  5. Me parece que sería muy interesante estudiar las causas de por qué este género tiene tan mala fama en nuestro país. Los comentarios de Ana y Eastriver son muy representativos, porque de hecho, no se trata de que el género musical no sea popular, sino de que es literalmente aborrecido por la mayoría de espectadores. Yo, que soy un enamorado, necesité cierto tiempo para vencer mi rechazo.
    ¿Las causas? Como digo, ése sería un debate muy interesante. Supongo que no hay sólo una, y me atrevo a aventurar algunas: 1) la lengua; si nuestro nivel de inglés es el que es, imaginad hace 50 o 60 años, en la época de oro del musical. Esto nos lleva a la causa 2, ya señalada por Ana: el doblaje. Doblar estas canciones debería estar castigado con la pena capital; la otra opción es 3) subtitularlas, aunque ahí chocamos con otro de nuestros rasgos nacionales más característicos: la fobia a la palabra escrita. La causa principal, sin embargo, me imagino que es de índole cultural y musical. En nuestro país los musicales sí gozaban de una gran tradición (del s. XIX) y popularidad, y se llamaban zarzuelas. Ahora de capa caída (curiosamente, sustituidos en los escenarios por los musicales, hasta ahora vilipendiados), la zarzuela era popularísima. ¿Por qué el musical americano ha fracasado ahí donde triunfó la zarzuela? Creo que se debe, sobre todo, al estilo de música: el de los años 50 siempre nos ha parecido un poco ñoño, mientras que, por citar dos ejemplos, Cabaret o Grease, mucho más dramático el primero, y alegre y "marchoso" el segundo, fueron indiscutibles éxitos desde el primer día.
    Para mí, obras como las que mencionas (la escena de El violinista es antológica, como lo es la escena completa de la boda), son obras de arte del cine, no ya del musical, y añadiría una larguísima lista: Ha nacido una estrella (versión de Cukor), Un americano en París, o Luces de Candilejas (There's no business like show business)...
    Me ha encantado la entrada, llena de pasión y conocimiento.
    Un saludo.

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  6. Ramon no creo que en los musicales sea tan importante la voz como el conjunto en sí, es decir, coreografía y música van indisociablemente unidas. La ópera no tiene mucho que ver con los musicales porque viene a ser más teatro cantado y quizás los musicales se acerquen más a la danza. "Cantando bajo la lluvia" tiene más que su valor simbólico porque es quizás la mejor película que nos ha explicado el funcionamiento del cine mudo en perspectiva, además de su innegable valor como musical.
    Saludos

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  7. Elena por eso hablo de ese milagro que sucede en ocasiones. La sucesión de canciones dentro del hecho fílmico no me interesa más que como divertimento. Buenas historias arropadas por el formato musical pueden ser una vía de expresión tan válida como otra cualquiera. Las que mencionas son indiscutibles. Saludos.

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  8. Niño Vampiro apuntas ideas muy interesantes al respecto. A raíz de todo lo que comentas, me haces pensar que ciertamente el idioma tiene mucha importancia en la retención de estos títulos como hitos cinematográficos (algunos pocos naturalmente). Nuestros padres eran capaces de retener en su memoria canciones que aparecían en algunos de los paupérrimos títulos que poblaban nuestra cinematografía gracias a la lengua, mientras la mayoría de musicales norteamericanos acababan en el cajón del olvido. La memoria de una canción o una melodía puede ejercer un efecto de refuerzo muy potente. También es cierto que los títulos, hasta la interrupción de musicales modernos como West side story, tenían un argumento muy ñoño (salvedad de "Cantando bajo la lluvia" y poco más) y eso los ha lastrado y casi finiquitado en nuestro país, no así en Norteamerica e Inglaterra donde es su género autóctono.
    El auge de los musicales actualmente en nuestro país no responde más que a una moda sin demasiado futuro. No hay que ver más que los últimos, basados estrictamente en recopilar canciones de éxito y poco más. Lejos, muy lejos de la profesionalidad de los equipos que sostienen el musical en USA.
    Es curioso como intento defender un género que tampoco me apasiona, pero que cuando produce obras como las aquí citadas es capaz de tensar mis emociones al máximo. No puedo dejar de ver esas dos escenas que traigo (y muchas otras)sin sentir algo que recorre mi cuerpo y sinceramente me emociona. Saludos

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  9. Supongo que "West Side Story" gusta porque es una obra de arte magnífica, no porque sea un buen musical, que lo es, por supuesto.

    Quiero decir con esto que hay obras que trascienden más allá del género al que pertenecen. Incluso obras que nacen con vocación de no pertenecer a ningún género.

    Me cuesta pensar en "Bailar en la oscuridad" como un musical, o en "Con faldas y a lo loco" como una película de gángsters, o en "2001, una odisea del espacio" como ciencia ficción, o en "El exorcista" como terror, o en "La diligencia" como una de vaqueros... El género es lo de menos.

    Tú sigue hablándonos así de bien de grandes obras de arte y de grandes artistas como los que hoy nos traes, y el que necesite encasillar que encasille. Y que conste que "Cantando bajo la lluvia" pertenece (en mi modesta opnión) a una casilla muy concreta: el de las películas que irritan a Jose Lorente.

    Por cierto, ¿"coreografía" no es un tipo de dibujo que hacen los coreanos?

    Un abrazo y felicidades por esta entrada que ya pertenece al género de las "estupendas".

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  10. Cierto Jose, hablemos con toda claridad: es una película imperecedera y sigue apasionando cincuenta años después.
    Otra vez de acuerdo contigo: las grandes películas trascienden los géneros (¿"Con faldas y a lo loco" de gángsters"?.
    Jose, vamos a hacer un cine-fórum contigo para que acabes de admitir la calidad de Gene Kelly y sus bailes. No ceso en mi empeño.
    Yo si que coreo la grafía de tus ingeniosas salidas.
    Un abrazo.

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  11. La verdad es que una de las cosas que me llamó la atención de este país es su amor a los musicales. AL principio no lo entendía y también me hice la pregunta, por qué aquí sí y en España no. Yo tengo una teoría que es al menos la que me ha tocado vivir a mí. Me he dado cuenta de que de alguna manera eso se inculca a los niños en las escuelas desde que son pequeños. Los coros de las escuelas elementales de Nueva York son realmente competitivos, y ya desde pequeñitos les ponen en sus manos flautas traveseras, tambores, etc. y lo de las voces ni te cuento. No te digo que se haga en todas las escuelas, aunque sí en bastantes, ni que de esas escuelas salgan músicos prestigiosos, pero están en contacto con la música y le pierden el miedo y eso es importante. Después viene el tema del teatro, para ellos poder representar un musical en la escuela simboliza el súmmun (teatro+música), la obra perfecta, no bromeo, es el sueño de todos los profesores de teatro. Te recuerdo la obra de Sofía, estuvieron ensayando casi un año entero con el profesor de música. No sé, yo eso no lo veo en España, pero puede ser que me equivoque. Algo así me pasó con los cubanos y el ballet, me sorprendía lo mucho que cualquier cubano sabe de ballet y como son capaces de emocionarse. Bueno, pues más o menos lo mismo, educación.
    Ahora mismo estoy recordando las antiguas "sesión de tarde" de los sábados, donde esperámos para ver si la película era buena. Que cara de asco se nos ponía cuando en la primera escena, después de unas cuantas frases soltaban la primera canción. Sin embargo insistíamos y pensábamos que a lo mejor con suerte sólo era una, pero no. Con el tiempo he aprendido a disfrutar este género y cuando las piezas son memorables disfruto como una enana. Nos tenías que haber visto ayer a Sofía y a mí viendo la escena del violinista y tratando de doblar las rodillas como ellos. SObre West SIde Story ni te cuento, y sí si además las puedes cantar en inglés, entonces ya es la repanocha. Esos números me ponen de buen humor.

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  12. Interesante debate el que ha generado tu entrada. Totalmente de acuerdo con Niño Vampiro sobre los motivos de la escasa popularidad del musical por estas tierras. Mi suegro se sabía de memoria las zarzuelas de su época, pero aborrecía el musical, y creo que lo mismo sucedió con una mayoría del país. También tiene toda la razón Jose al decir que las obras de arte pueden pertenecer al género que les dé la gana, trascienden esas categorías. Carlos, temo que vas a tener que hacer una de tus magníficas entradas dedicada a Cantando bajo la lluvia, a ver si Jose se convence de sus méritos.

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  13. Anabel tu aportación es muy interesante porque nos descubre la raíz de todo: la preocupación que existe en las escuelas (sobre todo en New York) por potenciar la educación musical y artística en general. Aquí a duras penas te enseñan a soplar la flauta, que no tocarla y la educación artística sigue siendo una maría. Se olvidan de la potencialidad que puede tener el teatro y la música para el desarrollo personal. Y aquí saco una de mis grandes frustraciones escolares: todos los años esperando ser escogido para la obra de teatro escolar de navidad y viendo que año tras año los elegidos eran los lumbreras de la clase, como si no yo no tuviera capacidad de demostrar en el escenario lo que no alcanzaba en el aula. Lo más que pude hacer fue de árbol.
    Sabes que a todos los que pasan por casa les acabo bombardeando con esos números musicales y me emociona al ver a mis hijos silbándolos o a la tuya cantándolos.
    Abrazos.

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  14. Elena, me ha quedado muy claro que retener una canción ayuda sobremanera a recordar el resto. Nuestros padres fueron de zarzuela y copla (incluso audiovisual) y probablemente recuerden ciertos musicales norteamericanos, pero evidentemente no los concebían como su música. El desconocimiento del inglés o los lastimosos doblajes de canciones hicieron el resto.
    El resurgir del musical en nuestro país es una moda de marketing y no tiene la calidad de unos países que llevan años dedicados a ello, creando escuelas en todos los apartados (la famosa escuela de "Fama" es todo un icono en New York). Como vosotros, me quedo con los buenos y originales.
    No te preocupes por Jose porque con estas lluvias estoy seguro que andara emulando al bueno de Kelly. De hecho, ya hable un poco sobre "Cantando bajo la lluvia" hace un tiempo.
    Un abrazo.

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  15. En la terraza de verano de La Alberca, cuando echaban un musical y llegaban esas secuencias musicales, se producía una salida en tropel de espectadores que, una vez cenados, no las soportaban.
    No creo que el conocimiento del idioma sea importante. La ópera se impuso sobre la zarzuela y no era preciso saber exactamente qué decía Tristán.
    Mi teoría es que mucha gente va al cine solamente a que le cuenten una historia y cualquier plano de un atardecer o de un campo salpicado de amapolas les estorba. No les agradan los rodeos y un musical es todo él pura digresión.
    Me apunto a la teoría de JOSE LORENTE sobre las obras de arte y los géneros.
    Me gustaría recordar uno de los musicales que llevo cosido a mi piel desde niño: "Siete novias para siete hermanos".
    Profe, sigues en forma.

    Un abrazo.

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  16. Querido maestro, la ópera se impuso a la zarzuela por muchas cosas pero todos (me incluyo) cantamos solos de zarzuela , mientras que la ópera la escuchamos(también sé que tú te atreves con los de ópera, aunque nadie te lo pide).
    No creo que el cine se componga sólo de historias narradas y de hecho hay mucho cine que lo evita. Pero el problema de muchos musicales es que ni siquiera son historias o en todo caso son tan nimias que como obras cinematográficas nada de nada. Buena música, buenas canciones y buena coreografía y algo que contarnos y el musical es obra de arte como dice Jose (pocas veces).
    Aunque no es mi musical, te entiendo con "Siete novias para siete hermanos". Desde luego la escena del granero es superior y además podemos ver al mismo Russ Tamblin dando botes como un poseso (más comedido en West side story).
    Un abrazo maestro.

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  17. Decía que "mucha gente" va al cine a que le cuenten una historia. El cine es otra cosa, claro.
    Con un cuento o en una novela, pasa lo mismo. Hay lectores que como te desvíes de la acción se saltan las páginas. No les agradan las digresiones.
    Insisto a riesgo de ser pesado, que hay espectadores a los que una canción en un musical es como si le pusieran anuncios en mitad de una película pasada en TV. lo ven como un añadido y no como parte de la obra.
    ¿Que no te atreves a tararear a Mozart, a Verdi, a Puccini, a Bellini? No me lo creo.
    "Là ci darem la mano, là mi dirai di sì..."

    Un abrazo, profe.

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  18. Cierto, cierto Thornton. Mucha gente no ve en los musicales más que pegotes de gente cantando y bailando, aunque no me negaras que en aquellos musicales de la Metro no era más que eso (no implica que de vez en cuando hubiera buenos fragmentos)y la historia no era importante, un hilo con el que unir números musicales. Desde luego (y vuelvo a insistir) en los grandes musicales o en las grandes obras (como dice Jose) hay algo más que los diferencia y por el conjunto hay que valorarlos.
    En la ópera me has dado. Precisamente ese fragmento es tormento para mis hijos (hasta el punto que ya lo cantan ellos). Pero bueno también me sienten cantando cosas como "que te quieres apostar, a que tengo yo una cosa que no tienes ni tendrás" o "las estrellas del cielo son ciento doce y las dos de tu cara ciento catorce", piezas en las que mi voz no desentona tanto.
    Un abrazo maestro.

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  19. Me ha encantado la entrada y a mí me gustan los musicales, la opera, la zarzuela, la música,...los libros, pero claro "los buenos".
    Y creo que hay muchos buenos llevados al cine, además de los que han mencionado yo añadiría también "Sonrisas y Lágrimas" que es otro que me viene a la memoria rápidamente aunque estoy segura de que hay muchos más aunque ustedes no lo consideren así.
    Seguro que con alguna entrada más al respecto más de un@ cambiará de opinión.
    Un saludo

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  20. Alicia ya conozco tu afición a los musicales y a cantarlos si es posible, con esa espléndida voz que posees. Yo no dejo de ser un emocionado degustador de los buenos, aunque con "Sonrisas y lágrimas" me vas a tener que convencer. Gracias por tu generosidad.

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  21. Carlos, no sabía que eras adivino, je,je aunque lo de "espléndida voz" ya me gustaría si...
    Gracias de todas formas.

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