"Carecer de humor es carecer de humildad, es carecer de lucidez, es carecer de ligereza, es estar demasiado engreído, demasiado engañado con respecto a uno mismo, es ser demasiado severo o demasiado agresivo, es carecer, casi siempre, de generosidad, de dulzura, de misericordia..." nos dice André Comte-Sponville en su Pequeño tratado de las grandes virtudes.
El humor es una manera como otra de acercarse y dejarse ver en este mundo, muchas veces menospreciada porque no es serio tomarse las cosas en broma. Pero hay que mantenerse alerta con el humor, pues a veces es utilizado simplemente como arma destructora, como burla irónica y sarcástica generadora del más profundo odio. Para mí el humor sólo es fiable cuando el que lo ejerce es tan humilde como para empezar riéndose de sí mismo. Creo que es un buen signo de salud mental saber encontrar un lado divertido en todo, pero evitando la confrontación y la inquina (quizás exceptuaría la ironía contra los poderosos y los soberbios, para mostrar que el lenguaje inteligente puede superarlo todo).
Aprecio el buen sentido del humor y admiro a los ingeniosos que son capaces de reírse de lo más serio en el nombre del sinsentido y que además comparten su buen humor con los demás, pues como decía Stevenson "si lo deseas, puedes leer a Kant tú solo; pero una broma tienes que compartirla con alguien más". Cuando alguien ha comprendido la ligereza de su paso por el mundo, es capaz de mostrarnos que nada tiene un valor inamovible y el humor es la herramienta ideal para probarlo.

Paradójicamente en el cine sonoro, donde la palabra era tan poderosa para el humor, Harpo Marx fue capaz de hacernos reír con la fuerza de la expresividad de su rostro y cuerpo (algo que sólo volvería a lograr Jacques Tati a su manera). Su gabardina atesorando los más insospechados objetos y su alocado y desestabilizador comportamiento hicieron las delicias de los surrealistas, entre ellos Salvador Dalí, quien le regaló un arpa con alambre de espino que Harpo tocó ante el emocionado pintor.

Groucho siempre ha sido el más admirado de los tres hermanos, pues con sus geniales invectivas era capaz de desmontarlo todo. Se le quiere porque no es cruel (excepto con la sufrida Margaret Dumond que nunca acabó de comprender su sentido del humor), porque empieza por reírse de sí mismo para tomárselo todo a chufla y convertir sus películas en auténtico surrealismo vital. Es el creador de absurdos diálogos y de frases con un ingenio apabullante, aunque muchas veces se le han atribuido algunas que nunca dijo como en su famoso falso epitafio. Escribía Fernando Savater con gran tino sobre Groucho: "Las personas que se toman a sí mismas con perfecta seriedad van muy erguidas, inflexiblemente tiesas...por fuera y por dentro. En cambio, Groucho se desliza doblado entre los rígidos, como una alcayata sarcástica donde cada cual puede colgar el gorro de carnaval de su falsa cordura".
Pero además, como decía al principio, este trío de calaveras no sólo nos enseñaron a reír a través del cine, sino que practicaron su humor gamberro en una vida llena de divertidísimas anécdotas; no se tomaron nunca nada en serio y decidieron que el humor sería su forma de pasar por la vida.
Termino como empezaba con palabras de Comte-Sponville: "La inteligencia se burla de todo. Cuando se burla de lo que detesta o desprecia, es ironía. Cuando se burla de lo que ama o estima es humor. ¿Qué es lo que más amo, qué es lo que estimo con mayor facilidad? A mí mismo, como decía Desproges. Esto dice mucho de la grandeza del humor y de su escasez ¿como no iba a ser una virtud?".