El mar oculta en su inabarcable inmensidad infinitos misterios. Las violentas tempestades nos muestran el terror al desatar sus fuerzas, pero también el agua en calma puede provocar tensas situaciones sugeridas por la quietud de un medio desconocido. El mar es un lugar inhóspito en multitud de ocasiones, misterioso, sugerente y por momentos terrorífico y un lugar así es necesariamente un espacio literario del que numerosos escritores se han ocupado. La literatura de aventuras se ha servido continuamente del mar porque ese misterio aludido y la incapacidad de dominarlo es lo que activa la pasión aventurera; cercano a ese género y en muchas ocasiones indisociablemente unido, el fantástico y terror aborda el paisaje marítimo como el último reducto misterioso de nuestro planeta. El mar, a la vista casi infinito y monocorde, oculta en sus profundidades abismales espacios y seres que, como todo lo desconocido, provoca pasiones.
Muchos escritores se han acercado al mar como tema literario, pero estoy seguro de que nadie ha profundizado en la creación de misterios y terrores marítimos como lo hizo William Hope Hodgson en sus novelas y cuentos. La obra de este gran autor está siendo redescubierta en nuestro país gracias al magno trabajo de la editorial Valdemar que anda empeñada en proporcionar a los aficionados un buen motivo de satisfacción al editar casi toda su obra en su imprescindible colección gótica. Supongo que para muchos de nosotros ha sido el último gran redescubrimiento de un maestro clásico y nos ha dado la posibilidad de leer algunas de las historias más sorprendentes e imaginativas de la literatura. H. P. Lovecraft, de quien es un auténtico precursor, dejó escrito en su imprescindible El horror sobrenatural en la literatura que "pocos pueden igualarlo en presagiar mediante alusiones casuales y detalles insignificantes la proximidad de fuerzas desconocidas y entidades monstruosas que nos acosan, o en sugerir impresiones de lo espectral y lo anormal en relación con lugares y edificios".

Sin embargo hasta ahora William Hope Hodgson era reconocido por sus novelas. Las tres primeras: Los botes de Glen Garrig, La casa en el confín de la tierra y Los piratas fantasmas fueron agrupadas por el mismo autor como una trilogía del más profundo horror y aquí fueron bautizadas sugerentemente por Valdemar como La trilogía del Abismo al publicarlas conjuntamente.
Los botes de Glen Garrig viene a ser como una extensión de sus mejores relatos. Situada también en el mar de los Sargazos y por tanto envuelta por el misterio de las desconocidas y brutales criaturas que lo habitan, la historia narra las aventuras de una tripulación que se interna a la deriva con sus botes en el inmenso mar de algas hasta arribar a una misteriosa isla donde sobrevivirán al horror emulando el buen hacer robinsoniano. El libro avanza con pasajes insuperables y deriva en novela aventurera de rescate, dejando un buen sabor de boca.
La otra aventura náutica de largo recorrido es Los piratas fantasmas, donde Hodgson consigue estremecer al máximo al lector con momentos antológicos, como los ataques nocturnos en la arboladura de la nave por seres que se intuyen pero que no se llegan a vislumbrar del todo o como el inquietante final de esos barcos fantasmales surcando las profundidades. Una de las mejores historias de suspense y tensión que haya podido leer nunca, con un poder de sugerencia dramática insuperable y es que probablemente la fuerza de Hodgson resida en su capacidad de crear ambientes e imbuirnos de ellos.

A falta de leer su última y definitiva gran obra, El país de la noche, que acontece en un futuro lejano y que en palabras del mismo Lovecraft constituye "una de las obras de imaginación macabra más logradas que se han escrito", he confesado aquí mi absoluta devoción por este autor de desbordante imaginación y creador de aterradores espacios, un escritor que debe ser recuperado como el gran maestro de la narración terrorífica moderna.