
La muerte y sus representaciones de origen medieval me llevaron en el escrito anterior a comentar de pasada El séptimo sello, como la rigurosa visión de la muerte en una edad llamada oscura. Relacionando épocas, temáticas y buen hacer cinematográfico se me aparece en mente una de las más fidedignas y atractivas obras que se han hecho sobre la Edad Media, una película que ha pasado sorprendentemente desapercibida durante años, se trata de El señor de la guerra (1965) de Franklin J. Schaffner, donde un espléndido Charlton Heston encarna a un guerrero defensor de los territorios de un noble duque.
Durante una época vimos una Edad Media dulcificada y romántica que exaltaba la vida amorosa y caballeresca y mantenía un tono muy aventurero; las películas creadas en aquel Hollywood eran la singular manera que tenían en Norteamérica de ver la historia europea. Ahora se tiende a representar esa época con la brutalidad y suciedad que probablemente le pertenecía, pero como yo entiendo que el lenguaje cinematográfico en el cine histórico no debe ser exclusivamente un reflejo de realismo fiel, sino que debe ir más allá, comprendiéndola desde una mirada actual, pienso que pocas películas han profundizado tanto y tan bien en esa convulsa época. Aun así, la rigurosidad de esta obra con tan escasos medios es sorprendente y su fidelidad histórica con los comportamientos y maneras de los personajes, con los temas tratados e incluso con los espacios, vestuarios y maquinarias utilizadas la hacen una película de referencia.
Uno de los temas más atractivos que nos presenta esta obra es la lucha entre paganismo y cristianismo y es que la película se encuentra repleta de simbolismos de múltiples lecturas. La cultura druídica de los celtas aparece con conocimiento de causa, e incluso el experto simbolista Juan Eduardo Cirlot recogió con exhaustividad en un artículo la gran cantidad de símbolos que pueblan El señor de la guerra -es anecdótico que Cirlot llegó incluso a escribir el ciclo poético de Bronwyn, inspirado en el personaje que encarnaba la actriz Rosemary Forsyth-. Los nombres del protagonista Chrysagon (Chrysos=oro, Agonía= Lucha), su hermano Draco como mito del Dios doble y en permanente lucha (San Jorge y el Dragón) y sobre todo el personaje de la mística Brownyn son parte de esta simbología aludida. El desencadenante de los acontecimientos es el famoso derecho de pernada o derecho de primera noche (Ius primae noctis) que en la película aparece como de origen pagano y que origina una irreflexiva pasión amorosa de consecuencias irreparables.
En esta película no hay grandes castillos, ni poderosos ejércitos, ni siquiera héroes y villanos, sino personajes vivos que actúan a partir de sus convicciones, sus necesidades y sus debilidades. La historia se mueve en base a estos comportamientos y la guerra es parte de ese mundo de vasallaje. Nunca el intento de toma de una pequeña fortaleza -una sencilla torre de defensa al borde de las marismas- estuvo filmado con más minuciosidad, pues esta película cuidó rigurosamente todos esos pequeños detalles que la hacen tan grande. Las palabras, pero también los silencios que tan bien marca el fiel escudero Bors, son otro más de los puntos que me hacen pensar en esta película como en una auténtica obra maestra a recuperar.
Durante una época vimos una Edad Media dulcificada y romántica que exaltaba la vida amorosa y caballeresca y mantenía un tono muy aventurero; las películas creadas en aquel Hollywood eran la singular manera que tenían en Norteamérica de ver la historia europea. Ahora se tiende a representar esa época con la brutalidad y suciedad que probablemente le pertenecía, pero como yo entiendo que el lenguaje cinematográfico en el cine histórico no debe ser exclusivamente un reflejo de realismo fiel, sino que debe ir más allá, comprendiéndola desde una mirada actual, pienso que pocas películas han profundizado tanto y tan bien en esa convulsa época. Aun así, la rigurosidad de esta obra con tan escasos medios es sorprendente y su fidelidad histórica con los comportamientos y maneras de los personajes, con los temas tratados e incluso con los espacios, vestuarios y maquinarias utilizadas la hacen una película de referencia.
Uno de los temas más atractivos que nos presenta esta obra es la lucha entre paganismo y cristianismo y es que la película se encuentra repleta de simbolismos de múltiples lecturas. La cultura druídica de los celtas aparece con conocimiento de causa, e incluso el experto simbolista Juan Eduardo Cirlot recogió con exhaustividad en un artículo la gran cantidad de símbolos que pueblan El señor de la guerra -es anecdótico que Cirlot llegó incluso a escribir el ciclo poético de Bronwyn, inspirado en el personaje que encarnaba la actriz Rosemary Forsyth-. Los nombres del protagonista Chrysagon (Chrysos=oro, Agonía= Lucha), su hermano Draco como mito del Dios doble y en permanente lucha (San Jorge y el Dragón) y sobre todo el personaje de la mística Brownyn son parte de esta simbología aludida. El desencadenante de los acontecimientos es el famoso derecho de pernada o derecho de primera noche (Ius primae noctis) que en la película aparece como de origen pagano y que origina una irreflexiva pasión amorosa de consecuencias irreparables.
