
Nos cuenta Mary Shelley que "el verano resultó húmedo y riguroso y la incesante lluvia nos confinó a menudo durante días. En nuestras manos cayeron algunos volúmenes de relatos de fantasmas"; refiriéndose al libro de cuentos Fantasmagoriana, recopilación alemana de relatos fantasmales. Lord Byron propuso a cada uno escribir un cuento de fantasmas para amenizar los días lluviosos y éste fue el origen de dos de las obras que sí se concluyeron: el citado Frankenstein de Mary Shelley y El Vampiro de Polidori. Byron inició un relato, cuyo fragmento publicó junto al poema Mazeppa y Shelley no logró escribir nada interesante.
El relato de Polidori se publicó en 1819 y sus avispados editores lo atribuyeron a Lord Byron con la intención de convertirlo en un éxito. Este cuento se convirtió, sin pretenderlo, en una historia de gran influencia en la literatura fantástica, pues surgió con gran fuerza la figura del vampiro que tantas célebres historias ha dado después. Aunque el relato no tiene la calidad de sus más célebres sucesores, sienta las bases de la figura: lord Ruthven, un personaje frío y distante que ejerce un magnetismo especial sobre sus víctimas.


Gonzalo Suarez, un inclasificable director que suele nadar a contracorriente, consiguió hilvanar una historia de ficción con hechos reales. Supo engarzar la historia literaria del monstruo con los avatares de los personajes, creando una ficción histórica muy sugerente. Este autor, que siempre se ha distinguido por la creación de un lenguaje cinematográfico altamente literario, nos muestra en esta película unos diálogos de enorme calidad, a la altura de sus personajes y es que para Suarez el buen cine nace de la literatura. Quedan en la memoria películas como Epílogo o Don Juan en los infiernos.
La historia avanza entre un gran flash back de Mary navegando por el Ártico -como lo hace Víctor Frankenstein en la novela-, al compás de la creación de la obra. Así se van sucediendo una serie de muertes que Mary asocia a la génesis de su monstruo; la literatura entra en la vida real y la poderosa imaginación de la autora hace que su criatura se convierta en un reflejo oscuro del alma de aquellos a los que va anunciando su muerte a partir de sus propias frases. Mary acaba convencida de que la tragedia parte de ella y así se lo hace saber a Byron : "Ahora ya sé de qué materia está hecha mi criatura. Y también conozco el espíritu que la mueve. Soy yo" y más adelante a su creación: "Lo sé. Ellos creaban belleza, y alguién tenía que imaginar el horror".
Hay que reconocerle a Gonzalo Suárez la calidad de su proyecto, con ese extraordinario guión, con la admirable fotografía de su hermano Carlos que subraya las espléndidas localizaciones de Asturias, Ginebra, Venecia o Noruega y con el diseño de vestuario tan merecidamente premiado, debido a Ivonne Blake.
Mención aparte merece la elección musical de Alejandro Massó, basada en una serie de piezas clásicas de bella factura que se ensamblan admirablemente en la historia: Spohr, Mozart, Beethoven, Paganini, Tomaschek, Grieg -un Air precioso que nunca se menciona en las fichas- y, por supuesto, la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis de Ralph Vaughan Williams, que con su lirismo se encarga de subrayar algunas de las más bellas escenas y se convierte casi en el tema de la creación.